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Alfonso I de Aragón

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Alfonso I de Aragón, el Batallador (10737 de septiembre de 1134, Poleñino, Huesca), fue rey de Aragón y de Pamplona (11041134).

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Hijo de Sancho Ramírez (rey de Aragón y de Pamplona entre 1063 y 1094) y de Felicia de Roucy, ascendió al trono tras la muerte de su hermanastro Pedro I. Destacó en la lucha con los musulmanes, llegando a duplicar la extensión del reino de Aragón tras obtener la conquista clave de Zaragoza. Temporalmente, y a merced de su matrimonio con doña Urraca gobernó sobre Castilla, haciéndose llamar entre 11091114 «Rey y Emperador de Castilla, Toledo, Aragón, Pamplona, Sobrarbe y Ribagorza», lo que duró hasta que la oposición nobiliaria forzó la anulación del matrimonio. Los ecos de sus victorias traspasaron fronteras; en la Crónica de San Juan de la Peña, del siglo XIV, podemos leer: «clamabanlo don Alfonso batallador porque en Espayna non ovo tan buen caballero que veynte nueve batallas venció». Sus campañas lo llevaron hasta las mismísimas Córdoba, Granada y Valencia y a inflingir a los musulmanes severas derrotas en Valtierra, Cutanda, Cullera y otros sitios.

A su muerte, y en lo que es uno de los episodios más controvertidos de su vida, legó su reino a las órdenes militares, lo que no fue aceptado por la nobleza que eligió a su hermano Ramiro II el Monje en Aragón y a García Ramírez el Restaurador en Navarra, dividiendo su reino.

Biografía

Infancia y juventud

Alfonso fue hijo del rey de Aragón y Pamplona, Sancho Ramírez y de Felicia de Roucy. Dado que no fue el primogénito del rey, pasó sus primeros años en el monasterio de Siresa, (Valle de Hecho, en los Pirineos oscenses), formándose en «letras» y arte militar con vistas a ser un señor feudal durante el gobierno de su hermano Pedro I de Aragón. Su ayo fue Lope Garcés «Peregrino», que obtuvo posteriormente del rey la tenencia de Pedrola en agradecimiento a los servicios prestados.

Siendo infante, Alonso Sánchez (como consta en diferentes documentos) se formó en las tareas de gobierno como señor de Biel, Luna, Ardenes y Bailo, localidades de las Cinco Villas y la Jacetania cercanas a la frontera con los musulmanes. Reinando su padre, participó en la toma de Huesca (batalla de Alcoraz, 1096) y en la expedición de ayuda al Cid en tierras valencianas contra los almorávides.

Sin embargo, una serie de hechos hicieron que murieran, primero su padre en 1094 durante un sitio a Huesca y luego en 1104, Pedro I, el hijo que aquel tuvo con su primera mujer, Isabel de Urgel y hermano mayor de Alfonso. A su vez Pedro I se había quedado sin herederos, pues había perdido a sus dos hijos: Isabel (1103) y Pedro (1104, casado con María Rodríguez, hija del Cid). Ferrante (o Fernando), el otro hermano mayor de Alfonso había fallecido también poco antes.

Inicios del reinado

La muerte de su hermano en el Valle de Arán, parte del Condado de Ribagorza, dejó un incipiente Reino de Aragón que si bien había tomado la principal ciudad del Pirineo, Huesca, en 1096 tras la batalla de Alcoraz y logrado tomar en 1100 Barbastro, Sariñena y Bolea, había fracasado en el asedio de Tamarite de Litera de 1104 y veía amenazado esas recientes conquistas. Había problemas para encarar el asedio de ciudades fortificadas, dada la nula experiencia en maquinaria de asedio y la falta de apoyos internacionales al margen del tradicional respaldo del Condado de Urgel y de esporádica ayuda genovesa como en un fracasado asalto a Tortosa donde la flota de Génova aportó galeras. Alfonso había participado como señor bajo el mando de su hermano en estas guerras. Por el este el reino no tenía una frontera clara con Cataluña, si bien los registros documentales atestiguan que entre 1108 y la muerte de Alfonso en 1134, el Batallador era «rey en Pallás y Arán». Al oeste, incluía una Navarra, que había perdido frente a Castilla lo que hoy es La Rioja y el País Vasco.

Apenas coronado, comenzó a dar los pasos que con el tiempo llevarían a la conquista de Zaragoza. En 1105, apenas un año después, tomaba Ejea de los Caballeros y la dotaba de Fuero propio que hacía a sus vecinos caballeros dando origen al actual topónimo. Ese mismo año caía Tauste y Sádaba, completando la conquista de las Cinco Villas, lo que cerraba el Valle del Ebro por el oeste. También en 1105 mandó construir dos castillos vecinos a Zaragoza que amenazaban la capital del rey musulmán Al-Musta'in II. Uno de los castillos tomó su nombre del grito de guerra cruzado Deus lo vol (Dios lo quiere) dando origen al topónimo contemporáneo de Juslibol; el otro fue erigido en El Castellar.

En esos primeros años de reinado acorraló Zaragoza completando la conquista de la Hoya de Huesca, los Monegros (tomando el sur de la Sierra de Alcubierre) y asegurando el área de Barbastro y Monzón. Conquistó Tamarite de Litera y San Esteban de Litera en 1107, cumpliendo así con un objetivo en el que su hermano Pedro I había fracasado. Parte de la Franja de Aragón y de la actual provincia de Lérida quedaron en manos musulmanas, empero. De este modo amplió su reino al sur asentando sus fronteras se iban asentando en el río Ebro, y el Cinca, aunque Fraga y Mequinenza aún fueran musulmanas.

Matrimonio y política castellana

Tras su coronación en 1104, surgió el problema dinástico de que el nuevo rey superaba la treintena y no estaba casado, siendo el único miembro restante de la casa real su hermano Ramiro, de carrera eclesiástica. Su boda, razón de estado, fue calculada por las diversas casas reales ibéricas con hijas casaderas. Al final, se decidió su matrimonio con Urraca, hija viuda del rey Alfonso VI de Castilla, interesado en el apoyo militar que su nuevo yerno, veterano en esas lides, podía proporcionarle en el este o incluso entre los ejércitos castellanos. Sus propios problemas dinásticos hacían que este príncipe extranjero pudiera evitar una división de la nobleza entre las principales casas si su hija, previsible heredera suya, se casara con un aristócrata local.

Antes de casarse, según parece, Urraca y Alfonso firmaron un convenio por el que se designaban recíprocamente en soberana potestas («Potestat soberana») en las posesiones del otro. De ser cierto, Alfonso no pasaría de ser corregente en los territorios de su mujer. De esa forma, la oposición que comenzó a nacer en la nobleza, centrada en el Reino de León y GaliciaGalicia, se basaba en el riesgo para la herencia que legítimamente le correspondería al hijo del primer matrimonio de Urraca, el príncipe Alfonso con Raimundo de Borgoña. Una importante facción en contra de Alfonso fueron los eclesiásticos franceses de origen borgoñón que se habían establecido en el camino de Santiago durante el reinado de Alfonso VI, bajo la protección del primer marido de Urraca, perteneciente a la casa de Borgoña. Los eclesiásticos eran también señores de muchos territorios, por lo que se oponían además a las políticas pro-burguesas del rey aragonés, que de triunfar reduciría considerablemente su poder. Se trataba de una peligrosa oposición pues su contacto con el papa Pascual II permitiría con el tiempo que se anulara el matrimonio, que los cronistas castellanos llamaban «las malhadadas bodas» o "mal-abitas bodas" por incestuosas al ser ambos cónyuges bisnietos de Sancho III de Navarra.

El matrimonio se celebró en 1109, año en el que moriría el padre de Urraca, en el castillo de Monzón de Campos, con el alcaide de la fortaleza, don Pedro Ansúrez, apadrinando el enlace sin que quede del todo claro si fue antes o después de la muerte del rey Alfonso VI.

La intervención política de Alfonso como rey consorte sin su suegro fue un fracaso, dada su tendencia como líder de un país pequeño sin nobleza arraigada, a premiar los méritos militares por encima de los linajes para escarnio de la más consolidada nobleza castellana. Alfonso, además, se cuidó de apoyarse en la primitiva burguesía de las ciudades ante su impopularidad ante los nobles, ahondando el antagonismo. Urraca se posicionó en contra de los burgueses, y siendo igual de testaruda, era mucho más "castellana" y prefería una corte nobiliaria, sin presencia burguesa. Cuando Alfonso I decidió unilateralmente apoyar el establecimiento de villas en el Camino de Santiago, territorio castellano y leonés, para alentar el comercio, se indignó la población local por la intromisión de un rey extranjero, y también la nobleza, que se sentía apoyada por la reina Urraca.

Alfonso continuó con su política de dar la tenencia de castillos y plazas fuertes a sus leales: nobles proaragoneses, veteranos compañeros de batallas y caballeros fieles a la corona, aunque fueran aragoneses, lo que fue incrementando la enemistad que provocaba en Castilla. Sintiendo que perdían poder en la corte, comenzaron a conspirar contra el rey. El primero en alzar la voz fue el Conde de Candespina, Gomo González, que sin embargo no emprenció acciones contra el rey, aunque varios nobles gallegos se levantaron en armas contra los reyes.

La respuesta de Alfonso, veterano guerrero curtido en muchas batallas, fue rápida y enérgica. Con sus huestes navarro-aragonesas marchó contra los sublevados y les inflingió una dura derrota en el Castillo de Monterroso (Provincia de Lugo), en 1110. El mensaje transmitido a los descontentos fue que el batallador estaba resuelto a aplastar militarmente cualquier intento de rebelión en su contra, lo que implicaba que la oposición tuvo que reorganizarse. Los siguientes años transcurrieron en un continuo estado de tensión militar. Un intento musulmán de aprovechar esta distracción fue desbaratado con la victoria de Alfonso sobre al-Mustain I, rey de la taifa de Zaragoza, en la Batalla de Valtierra en 1110.

Entre el 1110 y el 1111, el Conde de Candespina trató de convencer a la reina de que el príncipe Alfonso debía convertirse en el rey legítimo de Castilla como uno hijo biológico de la reina de Castilla y León, para que apoyase el levantamiento de la nobleza contra Alfonso. Este hecho convirtió el conflicto político en una guerra abierta entre el monarca aragonés y las facciones castellanistas. El fuerte carácter de Alfonso I, su falta de mano izquierda en la política y el choque con el carácter de su mujer (las crónicas castellanas, siempre antialfonsíes, ponen en boca de Urraca que Alfonso «le pegó con manos y pies») llevaron al fracaso del matrimonio. Se dice que Alfonso temía que la proximidad entre el conde y su mujer fuera sinónimo de infidelidad de esta, razón por la que podría haberla repudiado, aparte de la nulidad de Roma (que el arzobispo de Toledo Bernardo de Sedirac también había pedido al Papa) además de que con la reina conspirando con sus enemigos era previsible la pérdida de sus derechos en Castilla y León. Por todo ello la declaró incapaz de gobernar y la hizo encerrar en El Castellar, en Aragón, a consecuencia de una conspiración en la que Urraca ordenó a los tenentes de fortalezas castellano-leoneses que no obedecieran las órdenes de su marido, lo que provocó una ruptura política irreconciliable con la facción de Candespina. Alfonso se vio obligado a llevar a cabo una exitosa invasión de Castilla con tropas navarras y aragonesas sin más apoyo que el de los condes de Portugal. Aun sin la participación de las fuerzas de León y Castilla, en pocas semanas sometió las ciudades rebeldes de Palencia, Burgos, Osma, Sahagún, Astorga y Orense, con una velocidad que le ganó reputación de invencible entre sus enemigos.

Aprovechando esta distracción en Occidente, el Conde Gomo González lanzó una incursión sobre El Castellar, liberando a la reina Urraca y llevándola a Sahagún. Las noticias de la incursión provocaron que Alfonso marchase con su ejército al sur castellano en una expedición punitiva contra el conde. La ciudad de Toledo cayó en la primera mitad de 1111 y Alfonso sustituyó al arzobispo hostil. En la batalla de Candespina del 26 de octubre de 1111, sita en el actual municipio segoviano de Fresno de Cantespino obtuvo otra victoria. Se enfrentaron las huestes navarro-aragonesas de Alfonso y del conde Enrique I de Portugal contra las tropas fieles a Urraca y Candespina, con derrota de los segundos y muerte del conde levantisco, lo que dejó a la reina en muy mala situación y forzando su reconciliación con su marido.

En 1112 el Papa Pascual II hizo oficial la amenaza de nulidad, excomulgándolos si permanecían juntos. Alfonso, profundamente religioso, aprovecho para repudiarla definitivamente. La situación se consolidó y oficializó en un concilio celebrado en Palencia en 1114. Alfonso pasaba a ser únicamente rey de Aragón y Navarra, a pesar de tantas luchas, y dirigió sus objetivos a la reconquista del Valle del Ebro, con la toma de Saraqusta en mente, proyecto casi abandonado durante sus cinco años de matrimonio y regencia castellana (1109-1114). No obstante, siguió utilizando el título de rey de Castilla y el de imperator totius Hispaniae producto de la tradición imperial de León.

La conquista de Zaragoza

Tras haber intervenido en la Reconquista únicamente en 1110 defendiéndose de al-Mustain en Valtierra en 1110, Alfonso comenzó una nueva etapa acometiendo la conquista de Zaragoza. En busca de nuevas estrategias, se entrevistó con Gastón IV de Bearn a su regreso de las Cruzadas, estableciendo lo que sería una alianza clave transpirenaica. Los primeros movimientos de su avance fueron la conquista de la Comarca de Tudela en 1117, haciéndose con Fitero, Corella, Murchante, Cascante, Monteagudo y Cintruénigo ese año, que habían sido perdidas contra los musulmanes en ese ataque. Les otorgó el disfrute de los montes colindantes en régimen de facerías (uso compartido).

En una cronología confusa para los historiadores entre la conquista del territorio de Tudela en 1117 y la primera mitad de 1118, Alfonso marchó a Bearn a estrechar relaciones con Gastón IV. Gastón era un veterano occitano de las Cruzadas en Tierra Santa, de costumbres guerreras y religiosas similares al aragonés y señor de un vizcondado de fuerzas parejas a Aragón. Era además experto en armas de asedio como había demostrado en la toma de Jerusalén de 1099, cuando luchaba bajo Raimundo IV de Tolosa, con lo que acumulaba una experiencia en sitios de ciudades que podía ser vital para el rey Alfonso. No se sabe mucho de cómo nació su buena relación, probablemente basada en sus experiencias vitales similares forjadas en la guerra contra el musulmán, pero llegaron a ser amigos íntimos. El principio, como se ha dicho es confuso, y puede que ya estuvieran colaborando antes de 1117: el vizconde de Bearn aparece como tenente de Barbastro en 1113, sin que se sepa la razón. Entre 1117 y 1118 en un concilio en Bearn se firmó un compromiso de colaboración con Aragón.

Tampoco se sabe si Gastón de Bearn influyó en otros nobles occitanos, pero con el respaldo del Papa, que otorgó bula de Cruzada y los beneficios religiosos asociados, muchos se sumaron a la campaña contra Zaragoza, a pesar del recuerdo de la derrota en 778 de Carlomagno, muy recordada en las leyendas a través del Cantar de Roldán. Una bula de Calixto II a finales de año ratificó el Concilio de Tolosa (actual Toulouse) y reafirmó al ejército que se estaba congregando para conquistar la ciudad blanca.

Zaragoza (en árabe, Saraqusta o a veces Madînat Al-baida, la ciudad blanca) era una de las principales ciudades de al-Ándalus y, fruto de su capitalidad de fronteras, uno de los principales reinos taifas musulmanes. En su mayor esplendor abarcaba desde Tudela hasta Tortosa, dependiendo de ella Tudela, Huesca, Lérida, Tarragona y Calatayud y recibiendo vasallaje de Valencia y Denia. Su fortaleza, frente a los vastos territorios despoblados en la frontera de Castilla y León habían sido la causa de la menor expansión del reino Aragonés. A principios del siglo XII la gobernaban los hudíes. La derrota de Valtierra les habái llevado a pagar parias a Urraca para granjearse la protección castellana contra Alfonso, tras suceder a Al Mustain su hijo Abdelmalik. Sin embargo sus situación se fue haciendo más comprometida a medida que el rey Alfonso demostrava su poderío en el norte y los almorávides en el sur. Las parias pagadas a los castellanos enervaron a los más nacionalistas, que hicieron caer la ciudad en manos almorávides, huyendo el rey a Rueda de Jalón, donde creó un pequeño reino sobre el Valle del Jalón. Su odio a los almorávides le llevaría a aliarse con Alfonso posteriormente contra aquellos que le habían destronado. El gobierno almorávide vino personificado pro Muhammad ibn al-Hayy, que había retomado Valencia tras su captura por el Cid, (1110-1115) e Ibn Tifilwit, cuyo gobierno vino marcado por sus desavenencias con el filósofo y visir Avempace (1115-1117). Sus únicos avances contra alfonso fueron la toma de la fortaleza de Juslibol. En 1117 la ciudad quedó, tras la muerte del gobernador en manos del rey de Murcia.

En marzo de 1118, se congregó un gran número de caballeros y señores franceses y gascones en Ayerbe, bajo el mando de Alfonso. Acudieron asimismo fuerzas del condado de Urgel y, probablemente, también de Pallars, ya que el conde Arnal Mir de Pallars Jussà fue feudatario de Alfonso I de Aragón. Marcharon al sur, conquistaron Almudévar, Gurrea de Gállego y Zuera, y sitiaron a finales de mayo Zaragoza. Se sabe poco de como se desarrolló el asedio. Varios historiadores consideran que se cortó el suministro de agua, que entraba por el canal de la Romareda para acelerar la caída de la ciudad. Los nueve meses que duró el asedio significaron una gran prueba para la moral y salud de las tropas cristianas, significando probablemente el invierno un retirada temporal pues los hombres dormían a la intemperie. Zaragoza finalmente cayó el 18 de diciembre de 1118. Se suele indicar como hito de la caída la toma del Torreón de la Zuda, sede del gobierno musulmán y fortificación del recinto amurallado.

Alfonso otorgó concesiones a los benedictinos para que fundasen un monasterio en el Palacio de la Aljafería, edificio que se se constituyó en residencia real de los reyes de Aragón. A la ciudad Alfonso le ofreció en fuero Totum per totum, que confiaba la protección de los intereses particulares a los cuerpos armados seculares que se pudiesen formar, garantizando la autodefensa, y un sistema de aljamas que garantizaban el respeto entre comunidades religiosas.

Las capitulaciones de la ciudad reconocía a los musulmanes el derecho a quedarse en Zaragoza, con la condición de habitar en los arrabales en el plazo de un año, durante el cual las mezquitas segurían cumpliendo su función; a pagar los mismos impuestos que hasta la conquista, a mantener sus propiedades rurales y a practicar su religión y ser juzgados por sus propias leyes. Se reconocía el derecho de marchar libremente a los que lo desearan. Con estas condiciones ventajosas, Alfonso trataba así de evitar la despoblación de la ciudad, especialmente conservando a los artesanos y comerciantes, asimilando a los mudéjares, lo que marcaría el arte de la ciudad.

Tras todo ello, la medina o ciudad vieja fue repoblada con cristianos que habían participado en la toma de la ciudad. Se estima que de los cerca de 20.000 musulmanes, muchos permanecieron, y con la llegada de nuevos habitantes la población creció y la ciudad se expandió extramuros. Gastón IV de Bearn recibió el señorío de la ciudad en recompensa a sus esfuerzos.

Conquistas al sur del Ebro

Una vez tomada Zaragoza, el rey de Aragón proyecto la conquista la ls poblaciones del Bajo Aragón y el Valle del Ebro. En 1119 conquistó Fuentes de Ebro, Alfajarín, Tudela (última villa que reconquistó el Reino de Navarra) y toda la dehesa del Moncayo, incluyendo Tarazona y su comarca, (puestos que en el futuro serían claves como frontera con Castilla), el valle del río Alhama (en La Rioja) con Cervera del Río Alhama en cabeza, Tudején y Castillón (fortalezas en Navarra, hoy en ruinas), Novallas, Ágreda, Magallón, Alberite de San Juan, Borja, Alagón, Novillas, Épila... Sometió también a vasallaje el reino hudí de Rueda de Jalón.

En 1119 también reconstruyó la ciudad abandonada de Soria y repobló su comarca, aunque los cronistas castellanos muchas veces lo atribuyen a Alfonso VII de León, hijo de Urraca. Modernamente se conocen documentos que atestiguan que la ciudad castellana permaneció en poder de Alfonso hasta su muerte en 1134, cuando el rey castellano pudo retomarla.

En 1120, mientras sitiaba Calatayud, recibió noticias de que los almorávides desde sus bases en Valencia marchaban para intentar reconquistar Zaragoza. Levantó el asedio y apoyado por Guillermo IX de Aquitania, noble gascón, marchó a interceptarlos. El avance musulmán por un antiguo camino romano en la cuenca del río Turia y del Guadalaviar, pasaba por lo que hoy es Teruel. Alfonso los encontró en Cutanda, en el valle del río Jiloca. La Batalla de Cutanda se recuerda como la mayor victoria de Alfonso: en el siglo XIV aún se decía "peor fue Cutanda" para referirse a logros que parecen imposibles. A pesar de ser inferiores en número, las fuerzas aragonesas aplastaron a las musulmanas obteniendo su victoria el 17 de junio de 1120 y forzando su retirada de Zaragoza ya de forma deinitiva.

Tras su victoria, su ejército ocupó Calamocha y Monreal del Campo, donde fundó la actual ciudad, antes de retomar la conquista de Calatayud, que supuso la toma final del Valle del Jalón y del Jiloca. Bubierca, Alhama de Aragón, Daroca y Ariza fueron también tomadas en 1120.

En 1122 fundó en Monreal una orden militar, la primera en la Península Ibérica a semejanza de la Milicia de Jerusalén y de las establecidas en las Cruzadas, según carta del arzobispo Guillermo de Aux de 1122, para someter a los moros y abrir un camino a Jerusalen pasando el mar, recibiendo los cofrades y sus bienhechores beneficios de cruzada. La Militia Christi, tuvo una primera base en la recién fundada ciudad de Monreal, esto es «mansión del Rey Celestial», recibiendo una zona de influencia en el área del Jiloca y Teruel, hasta Segorbe. Su objetivo era dirigir la reconquista con vistas a la toma de Tortosa y con ello a dar al reino una salida al Mediterráneo. Posteriormente, a la muerte del Batallador como consecuencia de la derrota del Batallador en Fraga, la Militia Christi fue asignada al castro de Belchite, por concesión del rey Alfonso VII de León en 1136, quien la denomina Militita Caesaraugustana. Finalmente, la Militia Christi, por el acuerdo del Conde de Barcelona y Señor de Aragón, Ramón Berenguer IV, mediante la concordia de Gerona (27 de noviembre de 1143), que supuso la entrada de la Orden del Temple en España, fue integrada en aquella. La concordia fue ratificada mediante Bula de Eugenio III (30 de marzo de 1150). La Militia Christi o Militia Caesaraugustana fue la pionera de las Órdenes militares en Aragón y en España y supuso la introducción de los beneficios de cruzada permanente en España, y no sólo para la conquista de una ciudad como hasta el entonces había sucedido.

En 1123 se enfrentó con el Conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, por la ciudad de Lérida, que ambos ambicionaban tomar. El año 1120, gobernador había pactado con Berenguer Ramón III, la cesión de algunas plazas y su apoyo contra Tortosa, irritando a Alfonso, que sitió Lérida en 1123, tomando el Castillo de Gardeny. Según Jerónimo Zurita, la intervención de diversos prelados y barones catalanes y aragoneses puso fin al conflicto entre Alfonso y el conde, al llegar al compromiso mutuo de abstenerse de emprender ninguna acción contra Lérida. De todos modos, poco después, en 1124, un ejército almorávide derrotó a Ramón Berenguer III en la batalla de Corbins, lo que obligó al conde barcelonés a renunciar al objetivo de Lérida.

Expedición por al-Ándalus

La gran extensión nuevos territorios incorporados al Reino de Aragón obligaba al Batallador a atraer gran cantidad de población para repoblar campos y villas y mantener la economía del país. Conociendo la insatisfacción de la numerosa población mozárabe en territorio musulmán ante el aumento del fanatismo religioso de la nueva corriente religiosa norteafricana almorávide, y alentado por los mozárabes de Granada, que le ofrecían su apoyo para rebelarse en esta ciudad del sur de al-Ándalus, Alfonso inició una expedición militar por tierras musulmanas.

En 1124, con cincuenta años de edad, el monarca emprendió esta arriesgada incursión en el interior de Al Ándalus encabezando un ejército que se adentró en el Reino de Valencia, llegando hasta Benicadell (Penya Cadiella en las crónicas). El año 1225 fue clave: avanzando hacia el sur por Valencia, en un año lanzó una ofensiva contra el Reino de Granada con la pretensión de crear un principado cristiano en mitad del corazón de Al-Ándalus. Cercó Granada, pero la población mozárabe del interior de la ciudad no quiso o no pudo abrirle las puertas. Entonces decidió emprender una operación de saqueo por las fértiles tierras del Valle del Guadalquivir. Recorrió importantes poblaciones del sur de Córdoba y llegó a la costa en Motril, donde de acuerdo a las crónicas mandó que le pescaran un pez antes de emprender el retorno cargado de botín y acompañado de numerosos mozárabes. Se estima que más de 10.000 le acompañaban con la intención de asentarse en el reino cristiano. Perseguido por las fuerzas almorávides, Alfonso logró sin embargo culminar el regreso a través de Cuenca y Albarracín en 1126.

Guerra con Alfonso VII de Castilla

El 8 de marzo de 1126 murió la que fue su mujer, Urraca I de Castilla dejando un hijo de 44 años como heredero de las coronas conjuntas de Castilla y León, Alfonso. Las tensiones entre ambos Alfonsos, heredadas de la antigua guerra civil, se liberaron ante el intento del rey castellano de recuperar las villas que el aragonés aún controlaba tras su victoria en Candespina. El Batallador perdió algunas de sus posiciones en La Rioja y Soria entre 1127 y 1128, hasta llegar a una paz con el Pacto de Támara en 1128 por la que el Batallador renunciaba al título de emperador y devolvía Soria a cambio de la restitución a Navarra de zonas de La Rioja y el País Vasco que estaban en disputa con los castellano-leoneses.

Ocupado en esa guerra, tuvo un nuevo parón en su avance contra los musulmanes tomándose únicamente Molina de Aragón y Longares en 1128.

En 1129 repobló Cella, Ribota y Monzón, a los que concedió fueros. Marchó a Valencia, una vez libre de la presión castellana, derrotando a los almorávides en la Batalla de Cullera. Sin embargo tuvo que volver al norte a auxiliar a sus vasallos de Foix y Cominges. Por el camino tuvo que reconquistar Monzón, que había sido perdido por traición tres años antes a manos del conde de Barcelona Ramón Berenguer III.

En el sur de Francia

Atravesó el Valle de Arán entre octubre de 1130 e inicios de 1131 para socorrer a sus vasallos del otro lado de los Pirineos a los que debía protección. Gastón de Bearn y los señores de Foix y Cominges mantenían un enfrentamiento con el Duque de Aquitania. Ante el descontento con Guillermo X de Aquitania, que gobernaba sobre el País Vasco Francés, atacó sus tierras. Sitió Bayona durante un año y se apoderó de ella en (1131), tras lo cual le otorgó fuero. El monarca decía reinar «desde Belorado hasta Pallars y desde Bayona hasta Monreal».

Probablemente fue durante este asedio cuando dictó su testamento, luego muy polémico.

Ultimas batallas

En 1131, mientras el rey combatía en Gascuña, Gastón IV de Bearn y su lugarteniente, un caballero de nombre Esteban, combatieron en el sureste de Aragón contra los almorávides, que seguían acosando el reino. Tomaron el Maestrazgo y lo consolidaron, pero en uno de los últimos ataques musulmanes el vizconde fue muerto y la zona cayó en manos musulmanas. Los musulmanes lo decapitaron y llevaron su cabeza a Granada ensartada en lo alto de una lanza para que el rey de la ciudad se congratulase de la muerte del enemigo que unos años antes había amenzado la ciudad. El cuerpo fue recuperado a costa de un gran rescate y enterrado en la Basílica del Pilar en Zaragoza.

A la muerte en Aragón de Gastón, el rey volvió a su reino dejando la política occitana a sus caballeros. En 1133 sitió y se hizo con Mequinenza, uno de los últimos bastiones islámicos en territorio aragonés, aunque con un ejército menguado sin los bearneses y gascones de Gastón, que habían vuelto en masa a su tierra.

En el verano de 1134 estaba el rey sitiando la fortaleza de Fraga con apenas quinientos caballeros cuando un ataque de la guarnición musulmana les sorprendió y derrotó el 17 de julio, recibiendo el veterano monarca graves heridas. Aunque logró huir y salvarse en primera instancia, complicaciones de las mismas causaron su muerte el 7 de septiembre de ese año en la localidad monegrina de Poleñino entre Sariñena y Grañén, siendo sepultado en la abadía de Montearagón, cerca de Huesca.. Según la Crónica de San Juan de la Peña, tenía 61 años de edad y había reinado durante la mitad de ellos.

Testamento y sucesión

Hizo testamento en favor de Dios (1131) durante el asedio de Bayona, y más concretamente dejaba como herederas y sucesoras del reino a las órdenes militares de los Templarios, Hospitalarios y del Santo Sepulcro de Jerusalén. Este testamento lo renovó en Sariñena en 1134:

En nombre del bien más grande e incomparable que es Dios. Yo Alfonso, rey de Aragón, de Pamplona [...] pensando en mi suerte y reflexionando que la naturaleza hace mortales a todos los hombres, me propuse, mientras tuviera vida y salud, distribuir el reino que Dios me concedió y mis posesiones y rentas de la manera más conveniente para después de mi existencia. Por consiguiente temiendo el juicio divino, para la salvación de mi alma y también la de mi padre y mi madre y la de todos mis familiares, hago testamento a Dios, a Nuestro Señor Jesucristo y a todos sus santos. Y con buen ánimo y espontánea voluntad ofrezco a Dios, a la Virgen María de Pamplona y a San Salvador de Leyre, el castillo de Estella con toda la villa [...], dono a Santa María de Nájera y a San Millán [...], dono también a San Jaime de Galicia [...], dono también a San Juan de la Peña [...] y también para después de mi muerte dejo como heredero y sucesor mío al Sepulcro del Señor que está en Jerusalén [...] todo esto lo hago para la salvación del alma de mi padre y de mi madre y la remisión de todos mis pecados y para merecer un lugar en la vida eterna...

Ante el disgusto de los nobles aragoneses y navarros por el resultado del testamento, los aragoneses llegaron al acuerdo de que en Aragón le sucediera su hermano Ramiro, que reinó como Ramiro II el Monje, mientras que en Navarra eligieron a García Ramírez, el Restaurador, hijo del infante Don Ramiro, que estaba casado con una hija del Cid. Se separaban así las coronas de Navarra y Aragón después de 50 años, quedando fijadas las fronteras definitivas entre Navarra y Aragón.

Los restos del rey fueron exhumados por dos veces: en 1920 (durante un congreso de historia) y en 1985, para su estudio.


Precedido por:
Pedro I de Aragón
Rey de Aragón
1104-1134
Sucedido por:
Ramiro II de Aragón
Precedido por:
Pedro I de Aragón
Rey de Pamplona
1104-1134
Sucedido por:
García Ramírez de Navarra

Bibliografía

  • LACARRA Y DE MIGUEL, José María, Alfonso el Batallador, Zaragoza, Guara, 1978. ISBN 84-85303-05-9.
  • UBIETO ARTETA, Antonio, Historia de Aragón. La formación territorial, Zaragoza, Anubar ediciones, 1981, vol 1. ISBN 84-7013-181-8.
  • UBIETO ARTETA, Antonio, Creación y desarrollo de la Corona de Aragón, Zaragoza, Anubar (Historia de Aragón), 1987. ISBN 84-7013-227-X.

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