Ateneo de Córdoba. Calle Rodríguez Sánchez, número 7 (Hermandades del Trabajo).

PRÓXIMOS ACTOS DEL ATENEO DE CÓRDOBA

Nueva Junta Junta Directiva del Ateneo de Córdoba

Marzo , 1a.quincena. Conferencia de JUAN ORTIZ VILLALBA. " LA MASONERÍA EN CÓRDOBA ". (Presenta José Luis García Clavero).
Jueves 11 de abril. Conferencia de DESIDERIO VAQUERIZO." LOS ORIGENES DE CÓRDOBA". (Presenta J.L.G.C).
Finales de abril, primera semana de mayo. Proyección del documental "MONTE HORQUERA" de FERNANDO PENCO, galardonado en diversos Festivales internacionales (Italia, India, Holanda etc,)
Lunes 11 de Mayo. Conferencia de MANUEL VACAS." LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA.LAS BATALLAS DE POZOBLANCO Y PEÑARROYA- VALSEQUILLO". (Presenta Antonio BARRAGÁN).Todos los actos en la Sede del Ateneo.

CONVOCADOS LOS PREMIOS DEL ATENEO DE CÓRDOBA
XI Premio de Relato Rafael Mir.
XXXIX Premio de Poesía Juan Bernier.
IX Premio Agustín Gómez de Flamenco Ateneo de Córdoba.

Fallo de las Fiambreras de Plata 2023, relación de homenajeados aquí.

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El legado poético de Bodegas Campos

De Ateneo de Córdoba
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EL LEGADO POÉTICO DE BODEGAS CAMPOS

Penetro en el vientre de las cavas a través de jardincillos y vericuetos perlados de lilas y duendes. Respiro la magia, el seductor aliento de las cosas adentrándose en las vías sanguíneas hasta mi acelerado corazón. Me invisto con el alma de la alquimia, como la fruta lábil de la higuera capolada en los labios. Es juvenil y claro el vino fértil, lluvia de luz deshilada en los cristales. Y áspero y amable el vivo aroma como la lengua de los gatos que nos aman. Extraña y lancinante, la espuma intempestiva estalla en los pulmones por las fosas nasales arrastrándote al vértigo, clavándote al abismo. Y entre las gitanillas, los alféizares altos, las densas enramadas y el aire embriagador casi mordiente, creo morir de amor, de puro celo.

Porque era amor lo que sentía mi corazón arrebatado abriéndose paso como un puño entre el ruido y la música de poetas y artistas a los que, por convicción, admiraba. Ardor que desleía la atávica raíz sánscrita donde ‘vana’ era amor; y la luz de la copas se derramaba, suntuaria y líquida, en los labios, dejando que Venus poblara de besos las estancias oscuras y ese fuego del vino se entreabriera en todas las gargantas, afrodisíaco y mórbido, enervando los sueños, diluyendo la vida.

En Bodegas Campos se iniciaba el orto de una existencia destinada a la poesía. Aquel ámbito cósmico, casi sacralizado, despertaba las ansias, excitaba el deseo, desvanecía todo broquel antiguo, obligaba al sonoro silencio, dejaba el costado abierto al brutal envite del jabalí celoso, tierno Adonis herido en brazos de Afrodita, muriendo en un instante para ser siempre eterno.

Desde entonces prodigo mi presencia en estas remozadas estancias, impregnadas de familiar belleza, arborecidas en el hervor de los días efímeros como frutos de olor inmarcesibles. No he dejado de pisar sus losas ancestrales, los pétreos senderos ajedrezados, las pinas escaleras invadidas de azul. Es fabulosa y quimérica la potencialidad de Bodegas Campos. A su labor consuetudinaria de encuentro festivo, primicias gastronómicas, homenajes y celebraciones se han unido las más diversas y complejas manifestaciones culturales, desde el acercamiento a la realidad de Córdoba y sus concreciones contemporáneas hasta la constante revisión y transmisión de las razones intemporales, Artes y Ciencias, que conforman el sentir unívoco del ser humano, su inescrutable esencia.

Bodegas de buen vino, como Berceo rezaba. La voz ‘bodega’ proviene del vocablo griego apotheca, que se aplicaba al depósito o almacén de provisiones. Los voraces romanos integraron el término en su colonizador glosario aplicándole el significado de despensa y, más tarde, pasó a designar concretamente el espacio donde envejecían y se almacenaban los vinos ya fermentados después del trasiego, lo que hoy conocemos como bodega de crianza y conservación de una industria que comenzó hace más de cinco mil años en las regiones inmediatas al sur de la cordillera caucásica, desde la Capadocia hasta las costas meridionales del Mar Caspio.

Podríamos hablar de la cultura del vino conciliadora de todos los instantes que marcan cien años de existencia. Acerca del vino, la literatura nos ha legado páginas memorables. Heródoto, Homero, Shakespeare, Flaubert, Balzac, Calvino, Tolstói y una pléyade más de autores descollantes han patentizado en sus obras la estrecha unión entre literatura y vino desde el inicio de la escritura. El tema del vino irriga las páginas de obras tan universales como La Biblia, El Corán, Las mil y una noches y El Quijote, e igualmente está presente en obras contemporáneas como Frankenstein, Crimen y castigo o El señor de los anillos. La historia literaria de los siglos de oro está plagada de referencias al vino, llevando al frente, como portaestandartes, la novela picaresca, Quevedo, Cervantes. Sería interminable el elenco de autores y obras empapados de este acento que nos acerca al Juan Goytisolo de Señas de identidad o al famoso gourmet del vino, el detective Carvalho, ficción literaria del imaginativo y sorprendente Manuel Vázquez Montalbán.

Bodegas Campos participa de esta clara intuición que aúna lo profesional y lo lúdico, lo cultural y lo industrioso, el delectare et prodesse (deleitar instruyendo) que ha de caracterizar el lenguaje poético con tanto ímpetu como pretendemos recrear cada uno de los espacios y momentos que conforman la naturaleza y existencia humanas. Y en este ámbito de enología y cultura, de arte y flamenco, de personas y personalidades, el Ateneo de Córdoba ha encontrado un recinto precioso, la domus aurea utópica, el lugar más propicio para convertir en realidad todos los sueños.

Tras estos muros solariegos de Bodegas Campos se respira el aliento de la incesante tradición. Un hálito secular que no se resigna a ser sombra o herencia de lo sido, que se niega a pisar huellas conculcadas, que herbece sin límites entre las cales y las rejas. Un sello de solera, un cuño de raigambre, un estilo inmarcesible de existir recreando la cultura y la esencia de Córdoba. Mantener este confín sagrado abriéndose a la luz, penetrando en lo oscuro de los odres, enarbolándose en las tramas vegetales, salpicando de música las moradas del agua, es tarea de titanes. Significa avanzar sobre los significados conocidos, interpretar con inteligencia una actividad humana que podría dedicarse con sobrada energía a satisfacer los paladares más eximios. Dar a la caza alcance.

Porque hablar de Bodegas Campos no es sólo disfrutar el obsequioso encanto de las celebraciones, compartir la briosa plática de los contertulios, degustar un vino cadencioso, salivar esperando la delectación de un placer gastronómico o sentirse agasajado por la delicadeza y el esmero. Acercarse a Bodegas Campos es participar de una experiencia plural donde convergen todos los sentidos: El olfato, el gusto, el tacto, la vista y el oído.

El olor festivo de las flores, el enmohecido aroma de los lienzos, la fragancia húmeda del vino en los barriles silenciosos.

El lujurioso hechizo de las uvas, el híspido crujir de la melaza, la palinodia rediviva de las viejas recetas.

La galante caricia del viento en los naranjos, el tacto hirsuto de los cofres envejecidos, el frío beso de los ‘finos’ sobre la comisura de los labios.

El líquido fuego de los encubiertos fanales, la encendida serenidad de los claustros, el centelleo breve de una estrella sobre los patios adormecidos.

El éxtasis rasgado del flamenco, el tintineo coral de los cristales, la voz acidulada de los rapsodas ensoñados.

Bodegas Campos es el compendio de una forma ancestral de cultura desplegada en el corazón de los cordobeses, amoldada al lenguaje fértil de la hospitalidad, fundida en el crisol insondable de lo popular y lo sublime. Y una forma nueva de cultura que crece cada día en el centro álgido de unos de los barrios más castizos de Córdoba, solaz de paseantes, abrigo de poetas, concurso de feligreses, encendimiento de tradiciones, amantes del cante hondo, catadores de néctares, adoradores de damasco, el ardor de la vida derramándose con su luz ensortijada por el ajimez y la piedra. Bodegas Campos es espejo de Córdoba, diamante claro, fúlgida transparencia. Sombra y luz adentrándose en el vientre de las cavas, en el húmedo aliento de los patios, en la diáfana celosía del sol sobre las violetas buganvillas. Y en este espacio apacible, el Ateneo de Córdoba asienta sus raíces no asidas, agitadas en las cúspides del aire, casi treinta años férvidos, cien estaciones levantadas sobre la inclemencia y el entusiasmo, el vínculo y la rebeldía, la memoria y el futuro. Y por fin, el lar patrio, la mano amiga, la mirada limpia, el fuego ya no fatuo de quien nos acoge por el único débito de ser portadores de música y poesía. Bodegas Campos. Gracias. Y sobran las palabras.

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