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Hispania

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Hispania y sus habitantes

El término Hispania es latino, el término Iberia es exclusivamente griego. Decir español por iber o por hispanus es cometer una falta de pertenencia pues lleva consigo diferencias de época y de ambiente.

Se sabe que los fenicios y los cartagineses llamaron a la Península con el nombre de Span o Spania, con el significado de oculto (país escondido y remoto).

Gran parte del conflicto entre cartagineses (fenicios) y romanos tuvieron como escenario las tierras de Iberia, la Península. El conflicto fue las llamadas guerras púnicas que terminaron con el triunfo de Roma. Y fue entonces cuando los romanos tomaron contacto con Iberia, pero para denominarla eligieron el nombre que ellos oían a los cartagineses, Ispania, al cual más tarde añadieron una H, como también añadieron una H a Hiberia. Además de la H utilizaron el plural, Hispanias, como utilizaron el plural en las Galias. Fue la primera provincia donde los romanos entraron y la última acabada de dominar por Augusto.

Los romanos dividieron al principio las Hispanias en dos provincias, regidas por dos pretores. Las largas guerras de conquista duraron dos siglos; es lo que se conoce como romanización. Con la conquista se cortó el curso de la civilización indígena que fue sustituida por la heleno-latina. Desde entonces existen grandes diferencias entre el levante y el sur, donde están los pueblos en contacto con las grandes potencias comerciales de la época, y que poseen una economía agrícola; y los pueblos del interior y el norte, con una cultura ganadera y sin esa relación con las grandes civilizaciones de la Antigüedad. A través de estos dos siglos hubo muchos conflictos:

  • Guerras de independencia en que los iberos y otros pueblos (primeros pobladores de la península) fueron poco a poco vencidos y dominados a pesar de las grandes gestas protagonizadas por la ciudad de Numancia o por el caudillo Viriato y otros.
  • Guerra dirigida por Sertorio, pretor de la Hispania Citerior, desde donde desafió con éxito el poder de Roma.
  • Guerra civil entre César y Pompeyo, que se llevó a cabo en gran parte en territorio de Hispania.
  • Campañas de César y de Augusto para someter a los galaicos, astures y cántabros.

Finalmente llega la pax augusta. Hispania es dividida en tres provincias. Es el siglo I a. C.. En este momento aparecen dos escritores cuya obra han tenido muy en cuenta los historiadores de todos los siglos: el geógrafo Estrabón y el historiador universal Trogo Pompeyo. Ambos dedican en sus obras sendos capítulos a las Hispanias.

Estrabón habla de Iberia en su libro III de Geografía y allí comenta:

Algunos dicen que las designaciones de Iberia e Hipania son sinónimas, que los romanos han designado a la región entera (la península) indiferentemente con los nombres de Iberia e Hispania, y a a sus partes las han llamado ulterior y citerior.

Trogo construye toda una imagen sobre sus habitantes:

Los hispanos (de Hispania) tienen preparado el cuerpo para la abstinencia y la fatiga, y el ánimo para la muerte: dura y austera sobriedad en todo (dura omnibus et adstricta parsimonia). En tantos siglos de guerras con Roma no han tenido ningún capitán sino Viriato, hombre de tal virtud y continencia que, después de vencer los ejércitos consulares durante 10 años, nunca quiso en su género de vida distinguirse de cualquier soldado raso.

Otro historiador romano llamado Tito Livio (59 a. C. a 17 d. C.), escribe también sobre el carácter del hombre hispano, tal y como él lo veía:

Ágil, belicoso, inquieto. Hispania es distinta de Itálica, más dispuesta para la guerra a causa de lo áspero del terreno y del genio de los hombres.

Lucio Anneo Floro (entre los s. I y II), que fue un historiador amigo del emperador Adriano, también hace sus observaciones:

La nación hispana o la Hispania Universa , no supo unirse contra Roma. Defendida por los Pirineos y el mar habría sido inaccesible. Su pueblo fue siempre valioso pero mal jerarquizado.

Valerio Máximo la llamó fides celtiberica. Según esta fides, el ibero consagraba el alma a su caudillo y no creía lícito sobrevivirle en la batalla. Es la conocida devotio o dedicación ibera de los comienzos del imperio romano. (En la Edad Media tuvieron muy en cuenta esta fidelidad de los celtíberos a la que llamaron para sí lealtad española).

Más tarde, en el siglo IV, surge otro escritor, un retórico galo llamado Pacato que dedica parte de su obra a describir esta península, Hispania, su geografía, clima, habitantes, soldados, etc., y todo ello con grandes alabanzas y admiración. Pacato escribe:

Esta Hispania produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta los fecundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio.

En su época sale a la luz una obra que se llama Expositio totius mundi en que se describe a Hispania como Spania, terra lata et maxima, et dives viris doctis (Spania, tierra ancha y vasta, y con abundantes hombres sabios). En estos momentos es cuando el nombre de Hispania alterna ya con Spania. Con el tiempo este topónimo va a derivar en la voz España que designará la unidad geográfica de la península, más las conquistas de Baleares y Canarias a su debido tiempo. También ocurrirá a lo largo de la Historia que una pequeña extensión del oeste peninsular se convertirá en un nuevo reino llamado Portugal, de manera que a partir de ese momento decir España no será decir exactamente el territorio de la península Ibérica.

Las Hispanias

En los primeros tiempos de la romanización, los romanos consideraron la península como dos provincias para administrar, dos Hispanias. A una provincia la llamaron Ulterior (la más alejada de Roma) y a la otra, Citerior (la más cercana a Roma). La frontera entre ambas era una línea sinuosa trazada desde Cartago Nova (actual Cartagena) hasta el mar Cantábrico. Cada una de estas dos provincias comprendía:

  • Hispania Ulterior: Andalucía, Portugal, Extremadura, León, gran parte de la anterior Castilla la Vieja, Galicia, Asturias, Santander y Vascongadas. (Se entiende que todos estos topónimos son actuales, para poder entender mejor los territorios comprendidos). La capital de la Hispania Ulterior será Córduba (Córdoba).
  • Hispania Citerior: Parte oriental de la anterior Castilla la Vieja, Aragón, Valencia, Cataluña, y gran parte de la anterior Castilla la Nueva. (Se entiende que todos estos topónimos son actuales, para poder entender mejor los territorios comprendidos). La capital de la Hispania Citerior será Cartago Nova (Cartagena).

En el año 27 a. C., el general y político Agripa hizo un cambio. Dividió Hispania en 3 partes, añadiendo la provincia de Lusitania que comprendía casi todo lo que hoy es Portugal (excepto la faja al norte del río Duero) y casi toda Extremadura y Salamanca (actuales).

El emperador Augusto en ese mismo año vuelve a hacer una nueva división que queda así:

  • Provincia Hispania Ulterior Baetica (Bética), cuya capital era Córdoba. Incluía algo menos que la actual Andalucía ya que la actual Almería y gran parte de lo que hoy es Granada y Jaén caían fuera, más la zona sur de la actual Badajoz. El río Anas o Annas (Guadiana, de Wadi-Anas) separaba la Bética de la Lusitania.
  • Provincia Hispania Ulterior Lusitania, cuya capital era Emerita Augusta (Mérida).
  • Provincia Hispania Citerior Tarraconense, cuya capital era Tarraco (Tarragona). Poco después, al cobrar máxima importancia esta provincia se llama simplemente Tarraconensis y se incluye en ella lo que hoy es Galicia y el norte de Portugal.

Llegando ya al siglo III de nuestra Era, el emperador Carcalla hace una nueva división que dura muy poco tiempo. Divide la Citerior otra vez en 2 creando la nueva Provincia Hispania Nova Citerior con Asturiae-Calleciae (actual provincia de León). Pero esta rara división que los historiadores no llegan a comprender duró muy poco y en el 238 quedó restablecida la Citerior Tarraconensis en su unidad.

Entre 284 y 305 el emperador Diocleciano vuelve a dividir Hispania. Ahora tendrá seis provincias: Tarraconense, Cartaginense, Bética, Lusitana y Gallaecia, más Nova Hispania Ulterior o Mauritana, con capital en Tingis (Tánger). Las provincias estarán divididas en conventos jurídicos. Además se crean diócesis, supraprovinciales. La península se convertirá en la Diócesis Hispaniórum, con capital en Emérita Augusta (Mérida). Esta división tendrá una notable estabilidad, ya que perdurará hasta la llegada de los musulmanes en el 711. Los conventos jurídicos fueron las divisiones territoriales más cercanas al ciudadano. Hubo cuatro en la Bética: Gades (Cádiz), Híspalis (Sevilla), Córduba (Córdoba) y Ástigi (Écija); tres en Lusitania: Emérita Augusta (Mérida), Praesídium Júlium (Santarem) y Pax Julia (Beja); y siete en la Tarraconense: Bracara Augusta (Braga), Lucus Augusti (Lugo), Astúrica Augusta (Astorga), Clunia (Coruña del Conde), Caesaraugusta (Zaragoza), Cartago Nova (Cartagena) y Tarraco (Tarragona). Por debajo, Augusto instituyó las civitates, bajo el dominio de una urbs. Esto contribuyó a hacer desaparecer las diferencias entre indígenas y romanos, sobre todo tras la concesión de la ciudadanía a todos los habitantes del Imperio en el año 70.

La división provincial afecta al gobierno y a la administración de justicia, al reclutamiento militar, y a la recaudación de tributos. Las provincias se gobernaban a través de las asambleas (Concilia Provinciae) a las que acudían representantes de todas las ciudades. A partir del año 318 el modelo municipal entra en crisis y aparece el modelo señorial típico de la Edad Media.

Además, los romanos dotaron a Hispania de una tupida red de vías y ciudades que hicieron de la península una de las regiones más civilizadas de la época. Las principales vías fueron: la vía Augusta, que comunicaba Gades con Roma a través de Iuncaria (La Junquera); la vía Emérita-Caesaraugustam; la vía Astúrica-Tarraconem; y la vía Emérita-Astúrica o vía de la Plata. Pero fueron innumerables las vías menores, muchas de ellas construidas para la conquista del territorio. Los romanos construyeron muchas ciudades de nueva planta como: Itálica, Corduba, Emérita Augusta, Legio VII (León), Caesaraugusta, etc., pero también aprovecharon las ciudades anteriores, como Cartago, Gades, Emporio (Ampurias), etc.

La organización de la Iglesia también es deudora, incluso en la actualidad, de las antiguas divisiones romanas. Los arzobispos residían en Braga, Mérida, Sevilla, Toledo, Tarragona y Narbona.

Visigodos

Con el tiempo, se comenzó a utilizar una forma secundaria de Hispania: Spania y de ahí se derivaría el nombre que conocemos hoy como España. Según cuenta San Isidoro, con la dominación de los visigodos se empieza a acariciar la idea de la unidad peninsular y se habla por primera vez de la madre España. Hasta la fecha se habían servido del nombre Hispania para designar todos los territorios de la península.

Durante el tiempo en que los visigodos controlaron la península (466-711), lo que no lo llegaron a hacer del todo, se mantuvieron las divisiones territoriales romanas. Los godos controlaron políticamente Hispania, en el 466, desde su capital en el sur de Francia: Toulouse (reino de Tolosa). Pero no tienen la suficiente fuerza política para imponer otra división territorial, a pesar de que en el 507 fijan su capital en Toledo. A fin de cuentas, su dominio se basaba en las relaciones de vasallaje. Desde el 554 los bizantinos controlan parte de la franja costera mediterránea, y los suevos la Gallaecia.

Será Leovigildo quien intente hacer un reino territorial, acaba con el reino suevo y echa a los bizantinos en el 622. Se forma así la idea de una comunidad histórica de origen romano: Hispania. Suíntila logrará la territorialización del derecho a través del Fuero Juzgo, creándose así el reino godo de España. Pero se mantiene la división territorial imperial, las cinco provincias romanas de la península, a la que se añade la provincia romana de la Narbonense, que también controlan. Al frente de cada provincia se pone un rector provinciae, más tarde sustituidos por los duques, con funciones civiles y militares. Pero como no se dominaba todo el territorio fue necesario crear las marcas de Astúrica, Cantabria y Vasconia, como provincias independientes.

Por debajo de esta partición se encuentra la antigua división por ciudades, al frente de las cuales se pone a un conde, dependiente de un duque.

De todas formas, el control del territorio nunca fue muy eficaz. La ruralización de la sociedad, y la feudalización que permitió la formación de grandes señoríos territoriales, dieron al traste con ella. En el 711 el reino visigodo se desmorona ante la invasión musulmana.

Árabes

Con la invasión de los árabes se desvirtuó totalmente el nombre de Spania o España. Ocurrió algo curioso sobre lo que se habla pocas veces o nada en los textos y manuales de Historia y es el hecho de que los textos de las crónicas y documentos de la alta Edad Media designan exclusivamente con ese nombre (España o Spania) al territorio dominado por los musulmanes. Así, Alfonso I el Batallador (1104-1134) dice en sus documentos que —él reina en Pamplona, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza—, y cuando en 1126 hace una expedición hasta Málaga nos dice que —fue a las tierras de España—.

Pero ya a partir de los últimos años del siglo XII se designa a toda la península, sea de musulmanes o de cristianos con el nombre de España. Así se habla de los cinco reinos de España: Granada (musulmanes), León con Castilla, Navarra, Portugal y Corona de Aragón, con el Condado de Barcelona (cristianos).

Tras la invasión musulmana la península queda dividida en dos: al norte los reinos cristianos y al sur los musulmanes, que llamarán a España al-Ándalus, desde el 717. En el 756 al-Ándalus se convierte en un reino autónomo, con la proclamación del emirato de Córdoba. En el 929 el emirato se convierte en califato, ya totalmente independiente, incluso en lo religioso. Estos gobernantes terminan construyendo un auténtico Estado en España.

Los musulmanes organizan el territorio sobre la base de los condados y obispados visigodos. El número de provincias de la España musulmana es variable, pero, en general, hay más de 20 provincias: a las que hay que llamar coras. La extensión de las coras es desigual, así como su población, y son gobernadas por un valí. Siete coras tienen el nombre de un territorio: Santaver (Uclés), Reiyo (Málaga), Takorona (Ronda), Tudmir (Murcia) y Fash al-Balut (Belalcázar); el resto se denomina por sus capitales: Córdoba, Cabra, Játiva, Niebla, Valencia, Toledo, etc. En las coras se recaudan los impuestos, se reclutan las milicias y se nombran funcionarios.

Las coras se dividen en distritos, o iqlims, y en comarcas. Pero, en general, el Estado musulmán fue muy centralizado: su poder se fundamentaba en las relaciones de vasallaje.

A parte de las coras, al-Ándalus se divide en tres fronteras o trag. La frontera superior, la media y la inferior.

Pero esta división es la que corresponde a la organización del Emirato y el Califato; sin embargo, algunas coras, o grupos de coras, son más o menos independientes, y en la época de los reinos de taifas con más razón. Los límites de las coras no son claros, y son cambiantes. Toledo, Mérida y Zaragoza tuvieron siempre un alto grado de independencia. El avance de la Reconquista supone una continua modificación de las coras, su número y sus límites.

Siglos más tarde

En el siglo XIV el cronista Bernat Desclot narra la expedición de un conde catalán para salvar a una mujer ultrajada y pone en boca del héroe esta frase: Sényer, yo són un cavalar d’Espanya, e oí dir en ma terra que madona la emperadriu era reptada d’un cavaler de vostra cort... Más tarde el poeta portugués del siglo XVI Camões dice en una de sus obras: «castellanos y portugueses, porque españoles lo somos todos» Todavía en ese siglo la unidad de la península se seguía denominando España, como derivado de Hispania.

El material recogido en este artículo procede de una entrada de la Enciclopedia Libre Universal, bajo la licencia GFDL.