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Jesús de Nazaret

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Véase también: Īsā ibn Maryam
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Jesús de Nazaret o Jesús el Nazareno. Nació hacia 6 a. C.. Murió hacia 30 - 36 en Jerusalén. Predicador judío de la primera mitad del siglo I. Tras su muerte se originó el cristianismo.

Este artículo trata fundamentalmente de Jesús de Nazaret como personaje histórico. Para más información sobre Jesús desde el punto de vista cristiano.

Jesús de Nazaret, llamado tras su muerte Cristo o Jesucristo, es la figura central de las iglesias cristianas, cuyo credo establece como dogma de fe que es el Hijo de Dios y que con su muerte y resurrección reconcilió a la humanidad con Dios. El Islam lo conoce por el nombre de Īsā ibn Maryam‎ y lo considera uno de sus profetas más importantes. Es uno de los personajes que han ejercido una mayor influencia en la cultura occidental.

Según la opinión más consensuada en medios académicos, basada en una lectura crítica de las fuentes historiográficas, Jesús de Nazaret fue un predicador judío que vivió a comienzos del siglo I en las regiones de Galilea y Judea y fue crucificado en Jerusalén entre los años 30 y 36.

Lo que se conoce de Jesús depende casi por completo de la tradición cristiana, sobre todo de la utilizada para la composición de los evangelios sinópticos, cuya redacción final se estableció a partir de 35 ó 40 años después de su muerte. La mayoría de los investigadores sobre el Jesús histórico, considera que mediante el estudio de los evangelios es posible reconstruir tradiciones que se remontan a contemporáneos de Jesús, aunque existen grandes discrepancias en cuanto a los métodos de análisis de los textos y las conclusiones que de ellos pueden extraerse.

Investigación histórica sobre Jesús

La investigación histórica sobre Jesús se inició a mediados del siglo XVIII, cuando comenzó a cuestionarse la veracidad y fiabilidad histórica de los relatos evangélicos desde las corrientes filosóficas del racionalismo alemán. Los protestantes alemanes intentaron encontrar respuestas a estas cuestiones, iniciándose lo que se ha denominado «la Búsqueda del Jesús histórico». Se comenzó por realizar un estudio exegético, lingüístico e histórico de los evangelios. En la década de los años 1980, la búsqueda se extendió por casi todos los países de Europa, América y Australia, a la vez que se amplió el ámbito del estudio a otros grupos teológicos como el judaísmo y el catolicismo y a otras disciplinas como la arqueología, la sociología, la psicología, la historiografía, etc.

Al igual que ocurre con otros personajes de la Antigüedad, no existen evidencias materiales que permitan verificar la existencia de Jesús de Nazaret. La explicación principal que se da a este hecho es que Jesús no alcanzó en su tiempo una relevancia suficiente como para dejar constancia en fuentes arqueológicas.

Por otro lado, Jesús, como otros muchos destacados filósofos y dirigentes religiosos de la Antigüedad, no parece haber dejado ningún testimonio escrito. Todas las fuentes para la investigación histórica de Jesús de Nazaret son, por lo tanto, textos que escribieron otros autores. El documento más antiguo concerniente a Jesús de Nazaret es el llamado Papiro P52, que contiene un fragmento del Evangelio según San Juan. El papiro está datado en la primera mitad del siglo II según los estudios paleográficos, es decir, un siglo después de la muerte de Jesús.

Si bien los manuscritos que se han encontrado sobre Jesús son tardíos, la investigación ha logrado reconstruir la historia de estos textos con un alto grado de probabilidad. Cronológicamente, los primeros escritos cristianos son las cartas de Pablo de Tarso, en concreto la primera epístola a los tesalonicenses, redactada unos 20 años después de la muerte de Jesús. Sin embargo, las cartas paulinas aportan escasa información sobre el Jesús histórico, entre otras razones porque Pablo no conoció a Jesús. Las principales fuentes de información acerca de la vida de Jesús de Nazaret son los evangelios canónicos que se compusieron en el último tercio del siglo I. Las referencias extrabíblicas son escasas, destacando una de Flavio Josefo del año 94 y otra de Cornelio Tácito del año 117. Algunos grupos de exégetas dan también cierta importancia a otros escritos, denominados evangelios apócrifos.

En el estado actual de conocimientos acerca de Jesús de Nazaret, la opinión predominante en medios académicos es que se trata de un personaje histórico, cuya biografía y mensaje original se encuentran influidos de forma significativa por la creencia de los redactores de las fuentes en la resurrección y en la divinidad de Jesús. En el siglo XIX surgieron numerosas teorías que afirmaban la condición mítica de Jesús, al estilo de otros personajes mitológicos de su época. A partir de los años 1920 se generaliza la convicción de que «no se considera científico negar la existencia histórica de Jesús». Existen, no obstante, corrientes minoritarias que defienden la teoría de que Jesús de Nazaret no fue un personaje histórico real, sino una entidad mítica, similar a otras figuras objeto de culto en la Antigüedad. Se basan, en términos generales, en lo que consideran una ausencia de datos biográficos sobre Jesús en escritos del siglo I, dando diversas interpretaciones a las referencias históricas sobre Jesús para negar en unos casos su validez y en otros su relación con un personaje histórico.

Referencias históricas sobre Jesús

Se distinguen las referencias que aportan los seguidores de Jesús, en su mayoría incluidas en el Nuevo Testamento, de las que aportan personas ajenas al movimiento religioso que surgió tras su muerte.

Referencias extrabíblicas

De acuerdo con el testimonio de los evangelios, la predicación de Jesús de Nazaret congregó a una gran muchedumbre en Galilea. Pero en sus últimos días lo presentan solo, abandonado incluso por sus amigos más próximos. Este final y la aparente brevedad de su actuación pública son coherentes con la ausencia de menciones a Jesús en textos no cristianos de su época. El efecto social y político que provocó fue mínimo y sus seguidores no comenzaron a tener un cierto protagonismo social en el imperio romano al menos hasta los años 60, durante el reinado de Nerón. La primera alusión extrabíblica a Jesús se encuentra en Antigüedades judías, obra de Flavio Josefo escrita hacia 93-94, unos 60 años después de la muerte de Jesús. Todavía en el siglo II las referencias ajenas al ámbito cristiano son muy escasas y apenas aportan información biográfica.

Las referencias más citadas son las siguientes:

Flavio Josefo

Las Antigüedades judías son una crónica del historiador judeorromano Flavio Josefo que narra la historia del pueblo judío. Menciona a Jesús en dos párrafos:

  • En el capítulo 18, párrafos 63 y 64, se encuentra un texto denominado tradicionalmente testimonio flaviano (Antigüedades judías 18,3,3). La opinión mayoritaria considera que este texto fue alterado por copistas cristianos. No es posible conocer el contenido original. Tampoco se puede descartar que mencionara a Jesús en relación con la referencia del capítulo 20 del mismo libro
  • En el capítulo 20 se menciona indirectamente a Jesús al relatar la muerte de su hermano Jacob o Santiago (contracción del latín Sanct’ Iagus, esto es, San Jacobo):
Ananías era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Hizo que el sanedrín juzgase a Santiago, el hermano de Jesús, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran apedreados.
Antigüedades judías, 20,9,1

Esta cita sitúa la muerte de Santiago el hermano de Jesús en el año 62. El texto del capítulo 20 es filológica e historiográficamente más consistente que el testimonio flaviano. Coincide formalmente con el estilo de Josefo, y parece poco probable una interpolación cristiana por la falta de énfasis hagiográfico. Aunque el consenso no es unánime, suele considerarse genuino.

Tácito

Cornelio Tácito aporta otra referencia histórica en el año 116 ó 117:

Ergo abolendo rumori Nero subdidit reos et quaesitissimis poenis adfecit, quos per flagitia invisos vulgus Chrestianos appellabat. Auctor nominis eius Christus Tibero imperitante per procuratorem Pontium Pilatum supplicio adfectus erat; repressaque in praesens exitiabilis superstitio rursum erumpebat, non modo per Iudaeam, oríginem eius mali, sed per urbem etiam, quo cuncta mundique atrocia aut pudenda confluunt celebranturque.
Por lo tanto, aboliendo los rumores, Nerón subyugó a los reos y los sometió a penas e investigaciones; por sus ofensas, el pueblo, que los odiaba, los llamaba cristianos, nombre que toman de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por el procurador Poncio Pilato; reprimida por el momento, la fatal superstición irrumpió de nuevo, no sólo en Judea, de donde proviene el mal, sino también en la metrópoli [Roma], donde todas las atrocidades y vergüenzas del mundo confluyen y se celebran.
Anales, 15:44:2-3

Aunque la autenticidad del texto de Tácito no ha sido cuestionada, numerosos autores han indicado que se desconocen sus fuentes. No parece haber consultado un registro oficial y se equivoca al considerar a Pilato como procurador cuando en realidad había sido prefecto. Se ha barajado la posibilidad de que se basara en Plinio o en las confesiones de los propios cristianos frente a la persecución romana. El fragmento aparece en el contexto de una larga diatriba contra los males del gobierno de Nerón, y se ha indicado que el interés de Tácito no estaba en el fenómeno cristiano en sí mismo, sino en la crítica al emperador. Aporta el dato extrabíblico de que, en esta época, se hablaba de alguien conocido como Christus de quien tomaron el nombre los cristianos, secta originada en Judea, y que este Christus había sido ajusticiado por Poncio Pilato.

Otros autores

Suelen mencionarse otros textos que tienen menor consistencia, que describen más bien a los cristianos o que son más tardíos:

  • Plinio el Joven refiere, hacia el año 110, la existencia de cristianos[11].
  • Suetonio escribe en el año 120 sobre la persecución contra los cristianos promovida por Nerón (años 64-68).
  • Trifón, judío de mediados del siglo II, niega la resurrección, la divinidad y la condición mesiánica de Jesús, pero no su existencia
  • Existe otro texto que, aunque es bastante dudoso, podría ser una referencia a Jesús de Nazaret: se trata de una carta, conservada en siríaco, escrita por un tal Mara Bar-Serapion, en la que se habla de un "rey sabio" condenado a muerte por los judíos. No hay acuerdo sobre si esta carta data del siglo I, II o III de nuestra era, y tampoco está claro si es o no una referencia a Jesús.
  • En el Talmud babilónico (Sanhedrin 43 a), cuya tradición oral se puso por escrito en el siglo III, se dice que «Yeshu» fue colgado «la víspera de Pascua», por haber practicado la hechicería y por incitar a Israel a la apostasía.

No hay más referencias históricas acerca de Jesús, de autores del siglo I o principios del siglo II, al margen del Nuevo Testamento, en los numerosos escritos que se conservan de diversos historiadores y pensadores de la época, lo que prueba que la vida y la muerte de Jesús no tuvieron gran repercusión en el imperio romano durante el primer siglo y gran parte del segundo.

Referencias neotestamentarias

Referencias paulinas

Se calcula que Pablo de Tarso nació hacia el año 10 y, por tanto, fue coetáneo de Jesús. Pero según él mismo refiere, no lo conoció personalmente. Por otra parte, su interés por la biografía de Jesús es escaso, ya que le importaba más el Cristo resucitado que el Jesús humano. En 1ªCorintios 9,5; 15,5-7 habla de «los hermanos del Señor», de Kefas y Juan, que eran considerados columnas», de Santiago, así como de un grupo denominado «los Doce» y del resto de «todos los Apóstoles», como personas ya conocidas en el año 57 por la comunidad cristiana. Sin embargo, en Gálatas 1,18-19 relata que en un primer viaje a Jerusalén sólo conoció a Kefas y a «Santiago el hermano del Señor». Pablo, al igual que el autor de Hechos 15,13ss, lo considera el jefe de la comunidad y una de las tres «columnas» de la primitiva iglesia (Gálatas 2,9). Teniendo en cuenta que la expresión «Señor» sólo la utiliza para referirse a Jesús, se trata de «Santiago el hermano de Jesús» que es como lo denomina el historiador judío Flavio Josefo en la ya mencionada referencia de su tratado Antigüedades judías. No parece posible que este Santiago pueda ser un personaje inventado en las epístolas, ya que se trata de alguien conocido e influyente en la iglesia primitiva, de modo que sería una ficción difícil de mantener. Marcos 6,3 nombra a Santiago entre los hermanos de Jesús[18]. Los datos historiográficos disponibles muestran una relación de parentesco entre Santiago y Jesús. Así, las cartas paulinas apuntan a Jesús como referente necesario de «Santiago el hermano del Señor». En Gálatas 2,1.9 dice haber conocido en un segundo viaje también a Juan, otra de las «columnas» de la comunidad, junto a Santiago y Kefas. Según Juan 1,42 Jesús da a Simón Pedro el nombre arameo de Kefas que significa «roca». Mateo 16,18 utiliza su equivalente griego, manteniendo el juego de palabras que deriva de su significado (Petros en griego es «piedra»). La situación conflictiva que Pablo describe contra Kefas en Gálatas 2,11-18 contribuye a su credibilidad como fuente historiográfica, frente a las descripciones más idealizadas del libro de los Hechos de los Apóstoles o frente a los relatos de los evangelios que presentan más elementos alegóricos. Por otra parte, los datos cronológicos que aporta Gálatas 1,13-18; 2,1-11 permiten situar la existencia de estos seguidores de Jesús no más tarde del año 40 y la fecha de la conversión de Pablo no después del año 37, tras un periodo en que se dedicó a perseguir a esta secta de los que más tarde se denominarán cristianos.

Referencias evangélicas

Los evangelios deben ser manejados con precaución desde un punto de vista historiográfico, ya que presentan una intensa elaboración midráshica y frecuentes elementos alegóricos. Muestran datos que sirven como argumento de apoyo a los que ofrecen las cartas de Pablo, como se ha mencionado en la anterior sección. Se han señalado en los relatos evangélicos indicios de la historicidad de Jesús:

  • La coherencia de la historia que narran las diferentes fuentes independientes, a la vez que presentan una diversidad en lo accesorio. Esto hace sospechar que en el origen no hay un relato fundacional mitológico venerado desde el comienzo, sino la interpretación subjetiva de lo que observaron diferentes grupos de personas.
  • La dificultad de defender como protagonista de la secta cristiana a un antihéroe que muere en un patíbulo romano; esto, según Pablo de Tarso, resultaba «escándalo para los judíos, locura para los gentiles» (1ªCorintios 1,23). Para un romano, Jesús era un malhechor ejecutado por la ley. Los evangelios lo justifican relatando que Pilato fue forzado a dictar la sentencia en contra de su criterio como juez. Para un judío, Jesús, al ser «colgado, es una maldición de Dios», como refiere Deuteronomio 21,23.
  • Se aplicaron calificativos como «comilón y bebedor» al Mesías de los cristianos. Para un personaje fundador de la secta se habría inventado a alguien más modélico y con una imagen más fácil de aceptar. Tampoco habrían inventado datos incómodos desde un punto de vista teológico que después les obligaran a idear otros para explicarlos. Tal es el caso de que Jesús fuera de Nazaret, para después tener que narrar historias que sitúen su nacimiento en Belén. O que el que no tenía pecado recibiera el Bautismo de Juan para la conversión y el perdón de los pecados en Marcos 1,4-9, para luego justificarlo en Mateo 3,13-15 o eludirlo en Juan 1,29-35.
  • El personaje evoluciona desde la imagen de un hombre sabio en la fuente Q o en el relato premarcano de la pasión, de los años 50-60, que fue resucitado por Dios según las tradiciones más antiguas recogidas por Hechos de los Apóstoles, hasta llegar a afirmar en el Evangelio según San Juan en torno al año 100 que Jesús es un ser divino preexistente. No se observa en las tradiciones más antiguas la imagen idealizada de un ser mítico que encarna una divinidad al estilo griego, sino al contrario, una divinización progresiva.

Fuentes biográficas

Fuentes ajenas al cristianismo

Su aportación a la biografía de Jesús es mínima. Su relevancia se basa en que se las considera referencias históricas de la existencia de Jesús independientes de sus seguidores cristianos. Las principales son dos:

  • La primera alusión extrabíblica a Jesús de Nazaret se encuentra en las Antigüedades judías, crónica escrita hacia 93-94 por Flavio Josefo, judío romanizado que había pertenecido al grupo de los fariseos. Dirigió a los zelotes sublevados en Galilea durante la guerra contra Roma que culminó en el año 70 con la destrucción de Jerusalén y la derrota judía. Tras ser capturado, se congració con Vespasiano a quien predijo que iba a ser emperador de Roma. En las Antigüedades judías narra la historia del pueblo judío desde la creación según el Libro del Génesis hasta la guerra contra Roma del año 66. En esta obra se encuentran dos menciones a Jesús.
  • Cornelio Tácito aporta otra referencia histórica hacia 116 ó 117 en su obra Libros de anales desde la muerte del divino Augusto.

Los textos se detallan en la sección de referencias históricas sobre Jesús.

Epístolas neotestamentarias

Los más antiguos escritos conocidos con referencias a Jesús de Nazaret son las siete epístolas de Pablo de Tarso hoy consideradas auténticas: 1 Tesalonicenses, Filipenses, Gálatas, 1 Corintios, 2 Corintios, Romanos y Filemón. Fueron escritas entre el invierno del año 51 y el momento de su muerte, posiblemente en las persecuciones de Nerón, en los años 64 a 67. No conoció a Jesús en persona, por lo que no es testigo directo, sino que transmite la información que ha obtenido de otros[21], así como de su estudio bíblico y de lo que consideró «revelaciones». Según escribe en la Carta a los Gálatas 1,18 - 2,6, contrastó su enseñanza con la de «las autoridades» de Jerusalén, obteniendo el reconocimiento de «Santiago, Kefas. Los datos biográficos que aporta se centran en la condición judía de Jesús y en su muerte, crucificado, tras haberse despedido en una cena que sus seguidores representaban a modo de memorial litúrgico según describe en 1ª Cor 11,23-26 en el año 57. Si bien su aportación biográfica es limitada, su proximidad a la época en que murió Jesús lo sitúa en una importante posición en cuanto a la aportación de referencias históricas.

Las epístolas deuteropaulinas, probablemente escritas por los discípulos de Pablo, tras su muerte, también contienen datos biográficos sobre Jesús, con escasas novedades respecto a las cartas de Pablo.

De entre las demás epístolas, sólo 1ªPedro, 1ªJuan y 2ªJuan, datadas a finales del siglo I, mencionan al Jesús histórico.

Evangelios

Los evangelios son más profusos en detalles sobre la vida y mensaje de Jesús. Sin embargo, la finalidad original de los evangelios no fue la de presentar una biografía sino la de difundir un mensaje condicionado por la creencia de los evangelistas en la divinidad de Jesús. Desde la perspectiva de una narración de hechos históricos, los evangelios se contradicen entre sí con frecuencia y plantean numerosos problemas. No obstante, la mayoría de los investigadores actuales cree posible extraer de las fuentes información útil acerca del Jesús histórico aplicando un método hermenéutico riguroso, permitiendo al menos trazar las líneas maestras de la vida de Jesús de Nazaret.

Entre los escritos incluidos en el Nuevo Testamento, la principal fuente de información acerca de la vida y doctrina de Jesús se encuentra en los evangelios canónicos, especialmente en los tres sinópticos. Los evangelios resultan tardíos (años 70-100) respecto a las cartas de Pablo (años 51-67) y a la muerte de Jesús (hacia 30-36). Además, tienen una intensa elaboración cristológica y literaria con abundantes elementos alegóricos. Recogen pequeñas unidades fragmentarias en forma de relatos, parábolas y dichos que insertan en un marco narrativo con un itinerario y un orden cronológico ficticios. Marcos y Lucas parecen ser cristianos de procedencia pagana. Mateo, por su conocimiento del judaísmo y la importancia que da a la ley, probablemente era un judío helenizado. Los tres utilizan la traducción griega de la Biblia hebrea. Ninguno de ellos conoce las rutas habituales de Galilea a Tiro y Sidón ni la costa oriental del lago de Genesaret donde se encuentra la Decápolis que describen con errores.

Juan el Evangelista parece ser un judío de influencia helenística. Conocía bien las festividades judías. Utiliza las imágenes judías del Éxodo, el maná, el cordero pascual, la vid o el agua. Muestra expresiones e ideas próximas al judaísmo esenio del Qumrán. Algunos pasajes de su evangelio presentan datos geográficos que demuestran su conocimiento de la ciudad de Jerusalén anterior a su destrucción en el año 70, concordando con varios hallazgos arqueológicos. Su estilo es más helenístico que el de los sinópticos. Adopta el tema del Logos, derivado de la filosofía griega, con el sentido que se le da a la Palabra creadora de Dios en el Libro del Génesis y el de la Sabiduría de Dios que se desarrolla en Sabiduría 6,1 - 11,3, Proverbios 8,22-31 ó Sirácida 24,1-22. Juan 1,1-14 identifica a Jesús con el Logos eterno de Dios. Presenta algunas ideas que pocas décadas después serán básicas en los gnosticismos del siglo II. No es probable que hubiera conocido los hechos de primera mano porque utiliza tradiciones previas escritas por otros, algunas de ellas usadas también por los sinópticos.

Los cuatro evangelistas pertenecen probablemente a la segunda generación de seguidores.

Los evangelios fueron escritos en griego, no son traducciones del arameo ni de ningún otro idioma; no obstante, algunos fragmentos proceden de documentos previos de origen semítico. Las tradiciones en las que probablemente se basaron todos los evangelistas habrían de ser anteriores a los años 70. El material común a Lucas y Mateo que no se encuentra en Marcos, y que desde el siglo XIX se considera procedente de una hipotética fuente Q (del alemán Quelle, fuente), según opinión mayoritaria se originó en los años 50-60. Algunos autores, basándose en análisis filológicos, distinguen un relato premarcano de la pasión que podría haber sido escrito en Jerusalén en los años 50.

Se supone que las unidades literarias que sólo aparecen en una fuente, como los relatos de infancia según tradiciones independientes de Mateo y Lucas, son más tardías y presentan menor probabilidad de proceder del Jesús histórico. Por el contrario, las que aparecen en mayor número de fuentes, como el relato de la Pasión, se piensa que alcanzaron mayor difusión, durante más tiempo y que por tanto son más antiguas y más próximas al Jesús histórico. Aún así, también estas tradiciones muestran una evidente elaboración cristológica, motivo por el cual son sometidas a investigación para intentar distinguir al Jesús de la historia del Cristo de la fe.

Hechos de los Apóstoles

El libro del los Hechos de los Apóstoles fue escrito por Lucas el Evangelista como segunda parte de lo que conocemos como Evangelio según San Lucas. Contiene únicamente relatos de la resurrección y algunos dichos atribuidos a Jesús (Hechos 20,35) denominados ágrapha. Proporciona datos de interés para la reconstrucción de los orígenes del cristianismo pero su utilidad en la reconstrucción de la biografía de Jesús es escasa.

Apócrifos

Existen otros escritos sobre Jesús, denominados evangelios apócrifos. Se supone que un gran número de ellos fueron destruidos. Los que se han podido conservar y analizar se consideran más tardíos que los incluidos en el canon del cristianismo. Algunos investigadores utilizan varios de estos textos como el Evangelio de Tomás, que en algunas de sus máximas parece recoger antiguas tradiciones sobre Jesús, menos elaboradas que en los evangelios canónicos. El relato de la pasión que presenta el Evangelio de Pedro también ha sido utilizado junto con los canónicos para intentar reconstruir la historia de la muerte de Jesús.

Metodología de investigación de las fuentes

La investigación histórica de las fuentes sobre Jesús de Nazaret exige la aplicación de métodos críticos que permitan discernir las tradiciones que se remontan al Jesús histórico de aquellas que constituyen adiciones posteriores, correspondientes a las primitivas comunidades cristianas.

Existe hoy un amplio consenso en considerar que el Evangelio según San Marcos es el más antiguo y por tanto, el más cercano al Jesús histórico. Lo redactó un cristiano procedente del paganismo en los años 70 del primer siglo. Se postula también la existencia de un material común a Lucas y Mateo que no usó Marcos y que desde el siglo XIX se considera procedente de un hipotético texto previo denominado con la letra Q —del alemán Quelle: fuente—. Esta fuente Q, posiblemente formada en los años 60, consistía, en su mayor parte, en una colección de dichos de Jesús, semejante al Evangelio de Tomás.

Los principales criterios que suelen manejarse a la hora de interpretar las fuentes cristianas son los siguientes:

  • Criterio de dificultad: Pueden considerarse auténticos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús que resulten incómodos para los intereses teológicos del cristianismo. Por ejemplo, que Jesús fuera bautizado por Juan, que fuese considerado un comilón y un bebedor, que Pedro negara a Jesús, o la muerte en un patíbulo romano.
  • Criterio de atestiguación múltiple: Se consideran auténticos aquellos hechos o dichos de Jesús de los que pueda afirmarse que proceden de diferentes estratos de la tradición. A este respecto, se piensa que, al menos parcialmente, aportan fuentes independientes entre sí la fuente Q, el evangelio según San Marcos, el material propio de Lucas, el material propio de Mateo, el Evangelio según San Juan, las epístolas paulinas y ciertos evangelios apócrifos: muy especialmente, en relación con los dichos, el Evangelio de Tomás, pero también el Evangelio de Pedro o el Evangelio Egerton, entre otros. Este criterio se refiere también a la atestiguación de un mismo dicho o hecho en formas o géneros literarios diferentes.
  • Criterio de desemejanza o disimilitud: Según este criterio, pueden darse por ciertos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús en las fuentes que sean contrarios a concepciones o intereses propios del judaísmo anterior a Jesús o del cristianismo posterior a él. Por ejemplo su proximidad a «publicanos y pecadores» o su uso de la palabra Abbá al dirigirse a Dios. Contra este criterio, se han formulado objeciones, ya que Jesús era judío y al desvincularlo del judaísmo del siglo I, se corre el peligro de privarle del contexto necesario para entender aspectos fundamentales de su actividad.
  • Criterio de plausibilidad histórica: Evitando la excesiva restricción artificial que supone el criterio de desemejanza, numerosos autores consideran histórico aquello que permita radicar a Jesús en su contexto del judaísmo del siglo I, así como los datos que puedan contribuir a explicar ciertos aspectos del influjo de Jesús en los primeros cristianos.
  • Justificación del rechazo y la crucifixión: El fracaso, el rechazo de su mensaje y sobre todo su crucifixión son hechos que prácticamente nadie duda. Todo aquello que pueda justificar el rechazo o la ejecución de Jesús suele considerarse histórico.
  • Criterio de coherencia o consistencia: Pueden darse también por ciertos aquellos dichos o hechos que son coherentes con lo que los criterios anteriores han permitido establecer como auténtico.
  • Aramaismos: Algunas palabras arameas que permanecen en los escritos griegos sin traducir parecen proceder del Jesús histórico, como la palabra Abbá. Ha de tenerse en cuenta que algunas de las expresiones arameas pueden haberse originado a partir de cristianos de habla aramea.

No todos, sin embargo, interpretan del mismo modo estos criterios, e incluso hay quienes niegan la validez de algunos de ellos. La investigación de las fuentes ha llevado a reconstrucciones diversas del Jesús histórico en función de las premisas y criterios de investigación elegidos.

El Cristo Crucificado de Velázquez

Biografía de Jesús

Se acepta de forma mayoritaria que Jesús fue un predicador judío del siglo I que murió ejecutado en Jerusalén por la autoridad romana. Sin embargo, existe controversia en cuanto al tipo de mensaje, de predicación y de modo de vida de Jesús. Cada grupo y cada investigador, siguiendo sus propios criterios de análisis, genera su propia idea de Jesús: el esenio de Bahrdt; el fariseo de Maccoby, H. Leroy o H. Falk; el profeta apocalíptico de B. O. Ehrman o K. Schubert; el milenarista ascético de O. C. Allison; el rabino galileo de Chilton; el sanador mágico de Smith; el cínico helenístico de Downing y Burton L. Mack; el cínico judío de Crossan; el profeta escatológico de Reimarus, Weiss, Schweitzer, Sanders, Stuhlmacher, N. T. Wright o Bockmuehl; el maestro sapiencial de Ben Witherington III o Fiorenza; el rebelde político de S. G. F. Brandon; el judío piadoso carismático espiritual de Borg, Vermes o James D.G. Dunn; el judío marginal de John P. Meier; el reformador social de Richard A. Horsley, Theissen, Bruce J. Malina o R. David Kaylor; o bien las imágenes procedentes del cristianismo que mantienen su creencia en la divinidad de Jesús. Esta diversidad ha hecho ver cierto aspecto caótico en las diferentes conclusiones de la denominada Tercera búsqueda del Jesús histórico. Algunos como James D. G. Dunn, han propuesto una síntesis que evite la tendencia a diseñar la imagen de un "Jesús puro". En todo caso, el desorden es más aparente que real, dado que la mayor parte de los autores mantienen la pluralidad en la caracterización de la biografía de Jesús, sobre la que simplemente destacan un perfil concreto sobre otros.

Jesús según las fuentes ajenas al cristianismo

En la práctica, los datos biográficos que pueden extraerse de fuentes ajenas al cristianismo escritas en los 100 años que siguieron a la muerte de Jesús, se reducen a dos:

  • Según escribe Cornelio Tácito en el año 117, alguien conocido como Christus murió ejecutado por orden de Poncio Pilato. Una secta que surgió en Judea y llegó hasta Roma, le debe su denominación de «cristianos».
  • Según Flavio Josefo (año 94), Jesús tenía un hermano llamado Santiago que murió lapidado por orden de los dirigentes judíos en el año 62. Es posible que Josefo hubiera escrito otros datos sobre Jesús en un párrafo que se ha denominado testimonio flaviano pero ha sido retocado por copistas cristianos y no puede conocerse con certeza su contenido original.

Jesús según las Epístolas

Las epístolas del Nuevo Testamento muestran algunos datos biográficos de Jesús, mezclados con los atributos procedentes de la fe de las primeras comunidades cristianas.

Jesús según las cartas paulinas

Según Pablo de Tarso, en las cartas que escribió entre el invierno de 51 y mediados de los años 60:

Jesús nació de mujer, sometido a la Ley [judía] (Gal 4,4). Descendía de los patriarcas de Israel (Rom ,4-5), más concretamente de la «estirpe de David» (Rom 1,1-4). Dedicó su predicación a los circuncidados (Rom 15,8). Su actividad se caracterizó por su entrega al prójimo (Rom 15,3). En su vida, Jesús realizó algún tipo de renuncia, de modo que se hizo pobre, siendo rico (2Cor 8,9). Instruyó a sus discípulos para que anunciaran el Evangelio y vivieran del Evangelio (1ªCor 9,14). Jesús celebró una cena, la noche en que fue entregado. En ella, tomó el pan, rezó la acción de gracias y lo partió; tomó el vaso, después de la cena, y sobre ese vaso estableció una nueva alianza a través de su sangre, ceremonia que las comunidades surgidas tras su muerte repitieron como un memorial según se describe en 1ª Cor 11,23-26 en el año 57. Fue entregado por el pueblo judío a las autoridades en Judea (1Tes 2,14-15). Él mismo se ofreció (Gal 1,4). Sufrió insultos (Rom 15,3). Murió crucificado «por los príncipes de este mundo» (1Cor 2,8), colgado de un madero, como un maldito según la ley del Dt 21,23 (Gal 3,1.13). Fue sepultado (1Cor 15,4). Sus seguidores interpretaron su muerte como un sacrificio pascual judío (1Cor 5,7).

Jesús según las cartas deuteropaulinas

Probablemente escritas por los discípulos de Pablo, tras su muerte en los años 60, durante las restantes décadas del siglo I:

Descendía de la tribu de Judá, del linaje de David (Heb 7,14; 2Tim 2,8). Se manifestó en la carne (1Tim 3,16). Fue hecho hombre por Dios, poco inferior a los ángeles al igual que los hombres (Heb 2,9-10), según Salmo 8,5-7. Participó de nuestra carne y sangre porque venía a tender una mano a los hijos de Abraham, no a los ángeles (Heb 2,14-18). Fue probado en todo exactamente como nosotros menos en el pecado (Heb 4,15). Transmitió la palabra de Dios (Heb 1,1-2). Aprendió, sufriendo, a obedecer la voluntad del Padre. En los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte cuando en su angustia fue escuchado (Heb 5,7-9). Dio testimonio ante Poncio Pilato (1Tim 6,13). Renunciando al gozo inmediato, se ofreció en sacrificio por los pecados de todos, como víctima en lugar del cordero, entrando para siempre en el Santuario del Templo (Heb 7,27; 9,12; 12,2; Ef 5,2). Soportó en su cuerpo de carne el dolor de la crucifixión, el escarnio y la ignominia (Col 1,22; Heb 6,6; 12,2). Murió en una cruz fuera de las murallas (Heb 12,2; 13,12). Por su sangre, según sus seguidores, se establece una nueva alianza. «Muriendo el testador, se hizo posible la transmisión de la herencia» (Heb 9,15-17). Su sangre es considerada por sus seguidores símbolo de redención por el perdón de los pecados (Ef 1,7; Heb 9,15-17).

Otras epístolas

El autor de 1ª Pedro, posiblemente en el último tercio del siglo I, se declara “testigo de los sufrimientos de Cristo” (5,1), que “sufrió en su carne mortal (4,1)”. Dice que como hombre que era, lo mataron” (3,18). Que a lo largo de su vida, “no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Cuando lo insultaban no devolvía el insulto. En su pasión no profería amenazas”. Murió subido “al leño (2,21-24)”. Su muerte es interpretada como sacrificio del cordero pascual (1,18-19).

El autor de las Epístolas 1ª Juan y 2ª Juan, en torno al año 100, declara ser testigo de haber visto, oído y palpado a Jesucristo, al que considera el Hijo de Dios “venido en carne”, la Palabra de la Vida, la Vida misma, el que estaba con el Padre desde el principio (1ª Juan 1,1-3; 4,2; 4,14; 2ª Juan 1,6-9), el que fue enviado por el Padre como víctima propiciatoria (1ª Juan 4,9-10). El mensaje que este autor dice haber oído de él, consiste en que “Dios es Luz sin tiniebla alguna” (1ª Juan 1,5). Dice que Jesús se entregó como víctima propiciatoria para que su sangre limpie los pecados del mundo (1ª Juan 1,7; 2,2).

El nombre de Jesús

Jesús es la forma latinizada del griego Ιησους (Iesous), con el que es mencionado en el Nuevo Testamento, escrito en griego. El nombre deriva del hebreo Yeshú, forma abreviada de Yeshúa, la variante más extendida del nombre Yehoshúa, que significa "Yahveh salva", y que designa a un conocido personaje del Tanaj o Antiguo Testamento, Josué, el sucesor de Moisés.

Se sabe que era un nombre frecuente en la época, ya que en la obra de Flavio Josefo son mencionados unos veinte personajes de igual denominación. La forma de este nombre en arameo —el idioma de la Judea del siglo I— es la que con gran probabilidad usó Jesús: Ieshuá (ישׁוע, Yēšûaʿ).

En Marcos y Lucas, Jesús es llamado Iesous ho nazarenos (Ιησους ο Ναζαρηνός); en Mateo, Juan y a veces en Lucas se utiliza la forma Iesous ho nazoraios (Ιησους ο Ναζωραῖος), que aparece también en Hechos de los Apóstoles. Mateo 2,23 utiliza esta palabra como gentilicio de Nazaret, como se explica en la sección de la infancia de Jesús (apartado II Huida a Egipto).

Sus seguidores lo llamaron Cristo, (en griego χριστος, jristós, que significa "ungido"), traducción al griego del hebreo Mesías (mašíaj, משיח). Al fusionar este título con el nombre de Jesús, dio lugar al de Jesucristo. En las cartas paulinas también se le denomina "Señor", con la misma palabra griega (Kyrios) usada en la Septuaginta para referirse a Dios, si bien por otro lado la palabra "Señor" presentaba una variedad de acepciones que iban desde el título de cortesía, de dignatario, de dueño de posesiones o esclavos, aplicándose también a los dioses griegos, en especial a Zeus, así como al emperador de Roma. Otros títulos dados a Jesús, como el de Hijo de Dios y el de Salvador también eran aplicados a diversas divinidades y al César, desde el reinado de Augusto, quien comenzó divinizando a Julio César de forma póstuma y aplicándose a sí mismo el título de «Hijo del Divino», obteniendo después el título de Hijo del Dios Apolo. Esta tradición divina permaneció en toda la línea Julio-Claudia.

Nacimiento e infancia

Los únicos relatos del siglo I que narran el nacimiento y la infancia de Jesús son los que proceden del material propio de Mateo y Lucas, según dos tradiciones independientes que muestran importantes diferencias y algunas contradicciones. Se las considera tardías respecto a otros relatos evangélicos y con escasa base histórica. Parecen corresponder a redacciones de tipo midráshico cuyo fin es presentar a Jesús como el Mesías anunciado por las profecías vetereotestamentarias.

Fecha de nacimiento

Dos tradiciones distintas, en los evangelios de Mateo 2,1 y Lucas 1,5.13.26.31 sitúan el nacimiento de Jesús en tiempos del rey Herodes I el Grande, quien debió de morir, según los escritos de Flavio Josefo, el 4 a. C. o el 1 a. C., contabilizando los años desde la fundación de Roma en 753 a. C. Suele aceptarse el dato de que Jesús nació durante el reinado de Herodes, atendiendo a estas dos fuentes independientes, siendo imposible puntualizar más la datación.

Lucas 2,1-7 presenta un relato contradictorio en cuanto a las fechas. Refiere que Jesús ha de nacer en Belén «antes» del censo que iba a establecerse «gobernando Quirino en Siria». De acuerdo con las referencias que aporta Flavio Josefo, el censo debió de realizarse en el año 6 ó 7. Esto hace que los relatos sean discordantes, ya que el censo habría tenido lugar después de muerto Herodes, lo que contradice tanto a Mateo como al propio Lucas. Algunos opinan que pudo haber otro censo con el gobernador anterior, Quintilio Varo, al que pudo confundir Lucas con Quirino. Otros autores cuestionan la exactitud del dato aportado por Josefo. Según opinión mayoritaria, Lucas inserta este dato histórico en un relato de carácter midráshico que sitúa el nacimiento de Jesús en la ciudad del rey David, como se comenta al inicio de la sección.

Según Ireneo de Lyon (130-208), «Jesús murió a una edad que lindaba en los cincuenta, en el umbral de su vejez». Por tanto, si aceptamos el año 36 como la fecha más tardía posible para la muerte de Jesús, su nacimiento habría tenido lugar hacia el año 15 adC. Debe tenerse en cuenta, no obstante, el posible uso simbólico del número cincuenta y que esta referencia, algo tardía, no da una cifra exacta para la edad de Jesús al morir.

En el año 525, el Papa Hormisdas encargó a Dionisio el Exiguo establecer como año primero de la era cristiana, el del nacimiento de Jesús. Dionisio se equivocó en unos 5 años al datar el reinado de Herodes I el Grande, por lo que dedujo que Jesús nació en el año 753 de la fundación de Roma, no siendo posible porque, para entonces, Herodes ya estaba muerto.

El día y el mes del nacimiento de Jesús tampoco se conocen. La celebración de la Navidad o Natividad de Jesús el 25 de diciembre sustituye a la fiesta pagana en honor al dios Sol que se celebraba en el imperio romano, al igual que en la mayoría de civilizaciones conocidas de la época. Pasado el solsticio de invierno, las horas de luz solar comienzan a aumentar, por lo que se celebra la victoria del sol sobre la noche. Los orígenes de la adoración al sol se remontan a las creencias egipcias, persas e hindúes. Aureliano proclamó durante su mandato (270-275) la festividad oficial del 25 de diciembre en honor al sol invictus. El papa Julio I en el año 336 decidió poner fin a las festividades paganas en honor al sol y ordenó a la comunidad cristiana conmemorar el nacimiento de Jesús en esa misma fecha.

Lugar de nacimiento

No hay certeza acerca del lugar en que nació. Según Lc 2,4-7 y Mt 2,1, nació en Belén (Judea). Este dato no es mencionado en ningún otro escrito del Nuevo Testamento. Algunos señalan que pudo nacer en Nazaret (Galilea), en relación con su sobrenombre (Jesús de Nazaret o Jesús el Nazareno). La localidad de Nazaret, no tenía relevancia desde un punto de vista teológico. El hecho de que Jesús fuera de Nazaret provocó extrañeza en aquellos que oían proclamarlo como el Mesías, ya que éste no debía proceder de Galilea sino de Belén, de la estirpe de David (Juan 7,41-42). Por este motivo, cabe dentro de lo posible que Lucas y Mateo situaran el lugar de nacimiento en Belén (Judea), en donde había nacido el rey David. Esto explicaría por qué utilizó a Quirino y al censo como excusa para su elaboración literaria. Así, se hacía referencia a una cita del Antiguo Testamento, concretamente a (Miqueas 5,1): {{Cita|

Pero tú, Belén 'Efratah,
aunque pequeña para figurar entre los clanes de Judá, de ti me saldrá
quien ha de ser dominador en Israel, cuyos orígenes vienen de antaño,
desde los días antiguos.

|} Desde el ámbito de la arqueología israelí, ha surgido la hipótesis de que Jesús pudo nacer en Belén de Galilea. Se argumenta que quedaba mucho más cerca de Nazaret que Belén de Judea. Sin embargo, no hay datos que permitan apoyar esta hipótesis. Mateo 2,1.5-6 y Lucas 2,4 se refieren sin ambigüedad a la ciudad del rey David en Judea.

Algunos autores han negado que Nazaret existiera en tiempos de Jesús, ya que Flavio Josefo no menciona ese lugar entre los cientos que cita en su obra Guerra de los judíos y destrucción del templo y ciudad de Jerusalén. Sin embargo, hay evidencias arqueológicas e historiográficas en contra de esta teoría.

Filiación

Era hijo de María de Nazaret. Los conocidos de Jesús lo consideraban hijo de José el carpintero de Nazaret. Lucas 3,23 dice de Jesús que «se pensaba que era hijo de José». En Mateo 13,54-55 los de «su tierra» dicen: «¿No es éste el hijo del carpintero?». Según Lucas 4,16.22 los de Nazaret decían: «¿Éste no es hijo de José?». Sin embargo, en el paralelo de Marcos 6,3 lo consideran «el hijo de María», siendo extraño en el ambiente judío hacer referencia a la madre y no al padre. Quizás se debe a que José había muerto, o bien podría ser una frase despectiva hacia Jesús. Mateo 1,16 se refiere a José como «el esposo de María», y no como el padre biológico de Jesús, puesto que en la comunidad del evangelista, Jesús era considerado hijo de Dios Padre concebido, según Mateo 1,18, «por obra del Espíritu Santo». En esto coincide con Lucas 1,26-37. En la genealogía de Jesús que presenta Mateo 1,1-17, al nombrar a Jesús no se habla de «concepción», como en el caso del resto de los miembros de su línea genealógica. Mateo 1,18-19 relata que José tuvo la intención de repudiar a María al enterarse de que estaba embarazada «antes de vivir juntos». Esto indica que en los años 80 del siglo I, al menos en las comunidades de Lucas y Mateo, se creía que Jesús, el Hijo de Dios, no podía ser hijo de José. No aportan más luz las epístolas de Pablo de Tarso acerca de la paternidad de Jesús. En Gálatas 4,4 dice que «Dios envió a su Hijo, nacido de mujer» y en Romanos 1,3 «que era del linaje de David según la carne». Desde el siglo II el Talmud judío, con la idea de satirizar al cristianismo, expone que María fue violada y, como consecuencia, quedó embarazada de Jesús.

La existencia de hermanos de Jesús también es un dato controvertido. Son mencionados en numerosas fuentes.

  • Pablo de Tarso habla de los «hermanos del Señor» en 1Corintios 9,5. En la Carta a los Gálatas 1,19 menciona a «Santiago el hermano del Señor» como jefe de la comunidad de Jerusalén. También es nombrado en Hechos de los Apóstoles 12,17; 15,13s. Y más tarde, el historiador judío Flavio Josefo se refiere a él como Santiago el hermano de Jesús.
  • En Marcos 3,31-32 su madre y sus hermanos quieren verlo. Marcos 6,3 menciona a sus hermanos Santiago, José, Judas y Simón y dice que tiene hermanas. Juan 7,3-10 dice que «ni sus hermanos creían en él». Hechos 1,14 menciona «a la madre de Jesús y los hermanos de éste».
  • Hegesipo, hacia el año 160, distingue a «Simeón el primo del Señor» (anepsiós) de «Santiago el hermano del Señor» (adelfós).
  • Tertuliano escribe en el año 220 que los hermanos de Jesús mencionados en Marcos 3,31 son en sentido literal sus hermanos.

La idea de que María no tuvo más hijos aparece en la literatura cristiana del siglo II y se refleja en el Protoevangelio de Santiago y en el Evangelio de Pedro, textos excluidos del canon cristiano, en los que se narra cómo los hermanos de Jesús eran hijos que José había tenido en un matrimonio anterior y, por tanto, sólo eran hermanos de padre. Orígenes, en la primera mitad del siglo III, se adhiere a esta opinión expresada en los mencionados textos apócrifos. Jerónimo de Estridón para defender la idea de la virginidad perpetua de María, planteó en el año 383 el argumento de que la palabra utilizada para designar al hermano, tanto en hebreo ('âj) como en griego (adélfós, αδελφος), puede también utilizarse para denominar a los parientes y de hecho esta palabra griega es usada en ese sentido amplio en múltiples pasajes de la septuaginta. Es de destacar, no obstante, que en griego existen otras palabras para referirse a los primos y parientes (como apnesiós) que nunca son usadas con los hermanos de Jesús.

Infancia

Los datos más antiguos sobre la infancia de Jesús aparecen en dos tradiciones independientes recogidas por los primeros capítulos de los evangelios de Lucas y Mateo, de los años 80. Es prácticamente imposible distinguir hechos reales y ficticios en ellos, dada la clara elaboración literaria de tipo Midrash de estas narraciones. No aparecen en Marcos ni en Juan. Muestran algunas divergencias desde un punto de vista histórico. Suelen considerarse material más tardío que el de su predicación y muerte. Algunos opinan que puede suponerse en el sustrato histórico un origen humilde, vinculado a la desconocida y despreciada Nazaret de Galilea (Juan 1,46). En el evangelio de Lucas contrasta con el origen sacerdotal de Juan el Bautista.

I. Adoración de los Reyes Magos: Relato exclusivo de Mateo 2,1-12. La Adoración de los Reyes Magos parece representar un relato de la adoración de los reyes del mundo al Mesías. También podría reflejar la mejor acogida que iba a tener por parte del pueblo pagano que del pueblo judío. Parece inspirarse en un texto del Libro de Isaías 60

Un aflujo de camellos te cubrirá,
camellos jóvenes de Madián y ‘Efah; todos vienen de Sabá;
oro e incienso traen y anuncian las loas de Yahveh.

II. Huída a Egipto: Relato exclusivo de Mateo. Tras el nacimiento de Jesús de Nazaret, toda la familia tuvo que huir a Egipto, debido a que Herodes I el Grande había ordenado la matanza de todos los niños de Belén, de dos años para abajo. Mateo hace referencia “al profeta”, citando el final del versículo de Oseas 11,1:

y de Egipto llamé a mi hijo.

Por otro lado, el relato guarda cierto paralelismo con Éxodo 2. Al igual que Moisés fue salvado de las aguas, Jesús es salvado de la matanza de niños que presuntamente había ordenado Herodes. Algunos calculan que pudieron ser 25-30 niños de entre una población de unos 2000 habitantes. Teniendo en cuenta que mandó matar a toda la familia de su esposa y a tres de sus propios hijos, cabe dentro de lo posible. Sin embargo, ningún historiador judío ni romano hace mención explícita al hecho a pesar de que eran muy cuidadosos en registrar todas las injusticias a las que eran sometidos. Parece probable, por otro lado, que sea un relato ficticio de contenido teológico, junto con el de la adoración de los magos, aprovechando la imagen de sanguinario que tenía Herodes entre el pueblo judío. La elaboración midráshica del texto, propia de Mateo, incluye la cita profética del (Libro de Jeremías 31,15):

Una voz se oyó en Ramá,
un llanto y un gran lamento:
Raquel llorando a sus hijos.
Y no quería consolarse porque ya no existen.

Siguiendo el mismo relato, la familia regresa de Egipto y se instala en Nazaret. Judea, a la que pertenecía Belén, estaba bajo el poder de Arquelao, hijo de Herodes I el Grande. Según Mateo, por temor, los padres de Jesús decidieron volver a Nazaret, que pertenecía a Galilea, gobernada por Antipas.

De este modo, Mateo justifica el hecho de que a Jesús se le conociera como «nazareno» (es decir, de Nazaret), habiendo nacido, como correspondía al Mesías, en Belén. Para ello, hace referencia al cumplimiento de una profecía del Antiguo Testamento:

Y fue a vivir en un pueblo llamado Nazaret. Así había de cumplirse lo que dijeron los profetas: «Lo llamarán Nazareno» (Mateo 2,23).

Mateo usa la palabra nazoraios (Ναζωραῖος) como gentilicio de Nazaret, en lugar de Nazarenós (Ναζαρηνός) usado por Marcos. De esta forma parece querer jugar con la etimología de la palabra, entroncándola quizás con netser, נצר que en hebreo significa "retoño" o "brote" y aparece en Isaías 11,1; 53,2; 60,21 y en sus targumim, aplicada al Mesías esperado. Otra posibilidad es que quisiera evocar la palabra hebrea nāzīr, Nazireo, que significa "consagrado a Dios" (Números 6,1-21; Jueces 13,4-7), ya que los seguidores de Jesús le atribuían esta condición. Al margen de este juego de palabras, no es posible encontrar ninguna mención de Nazaret ni de los nazarenos en la Biblia judía.

III. La consagración de Jesús en el templo: El hecho de la circuncisión a los 8 días de edad, según expone Lucas, y la consagración del niño en el templo, eran ritos habituales, de acuerdo con la ley judía. El resto de la narración, en relación con Simeón y con Ana, pueden ser una elaboración midráshica, representando al pueblo de Israel a la espera de conocer a su Mesías. Incluye claras referencias a Isaías, capítulos 42, 49 y 52.

IV. El niño Jesús en el templo: Lucas relata que Jesús, a la edad de 12 años, a partir de la cual todo niño judío era considerado “hijo de la ley” (bar miswah), desapareció en Jerusalén durante tres días. Cuando sus padres lo encontraron en el Templo, estaba debatiendo con los maestros. El relato parece anunciar cómo va a ser su vida, desvinculada de su familia, en relación con el Templo y los maestros de la ley. Muestra además un gran paralelismo con los relatos de la Pasión, obediencia al Padre, y desaparición del Hijo de Dios durante tres días.

Años ocultos

Hasta el inicio de su actividad pública, no tenemos datos biográficos, por lo que a esos años previos se los ha denominado «vida oculta» de Jesús. Se han aportado algunas hipótesis acerca de su actividad laboral, social y religiosa.

Debió de aprender el oficio de José, que era artesano (tekton). Justino el Mártir, a finales del siglo II, interpreta que se dedicaba a fabricar material de labranza (arados, etc.). En la versión Vulgata de la Biblia realizada en el siglo V, Jerónimo de Estridón traduce la palabra tekton por el término latino faber, con el mismo significado genérico de «artesano». Atendiendo a la tradición popular, la mayoría de las versiones de la Biblia traducen tekton por «carpintero».

Se ha debatido acerca de la posibilidad de que Jesús trabajara en la reconstrucción de Séforis, la capital de Galilea, situada a 5 Km al noroeste de Nazaret. No hay datos que permitan confirmarlo, aunque resulta plausible dado que los trabajos arqueológicos en Nazaret no muestran grandes posibilidades de trabajo para un artesano, más allá de la reparación de alguna vivienda, o la fabricación de útiles agrícolas. Se supone que su situación era similar a la de los jornaleros, aunque seguramente con mejores perspectivas de trabajo que los campesinos, en esa época en que, además de Séforis, se estaba construyendo la nueva ciudad de Tiberiades a orillas de Lago de Genesaret.

Parece probable que decidiera no casarse. Hay múltiples menciones a varios de sus familiares pero nunca a una esposa o a unos hijos. Resulta una actitud poco habitual en una sociedad en la cual la mayor bendición de Dios para un hombre era tener una abundante descendencia. Se supone que, para Jesús, su misión es prioritaria, renunciando a crear una familia o a tener un hogar donde residir[64]. Su actitud no es única en el judaísmo de su época. En relación con su vocación, el profeta Jeremías había renunciado a tener esposa. También los esenios de Qumrán y los terapéutas de Alejandría. Pablo de Tarso dice haber renunciado a ir acompañado de mujer (1ªCorintios 9,5).

La religión de Jesús es el judaísmo, probablemente el que vivió en Nazaret de Galilea. Las investigaciones arqueológicas e históricas parecen descartar teorías que apuntaban hacia una Galilea helenística. La mayor parte de la gente de la región descendía, al parecer, de colonos de Judea que habían repoblado Galilea durante la reconquista de los Asmoneos. Los restos arqueológicos de la época muestran características judías. Los restos de alimentos encontrados son los que permite la ley judía. Se encuentran piscinas para las purificaciones en todo el territorio galileo excepto en la orilla del lago de Genesaret, posiblemente porque allí usaban el lago para estos rituales. Es probable que no recibieran la influencia religiosa y recaudadora de Jerusalén que vivía Judea. Sin embargo, parece que acudían a la capital en las principales festividades.

Actividad pública de Jesús

Jesús y el Bautista

Los cuatro evangelios canónicos consideran a Juan el Bautista como el precursor de Jesús. Según los tres evangelios sinópticos, Jesús inicia su actividad pública tras recibir el bautismo de Juan el Bautista en el río Jordán, hecho que es considerado histórico por la mayoría de los exégetas, ya que los seguidores de Jesús tuvieron que asumir que su maestro había aceptado recibir el bautismo de Juan para el arrepentimiento. Según Lucas, Juan comienza su actividad pública «el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba Judea, cuando Herodes era tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, en tiempo del sumo sacerdote Anás y Caifás». Tiberio sucedió a Augusto el 19 de agosto del año 767 de la [fundación de Roma. Lucas debió de contabilizar los años siguiendo el calendario juliano, bien establecido ya en el siglo I. Así, la fecha aproximada del inicio de la actividad del Bautista estaría próxima al año 29 de nuestra era. Esta referencia lucana parece señalar conjuntamente el inicio de la actividad pública de Jesús, que debió de ser bautizado unos meses después de comenzar Juan su predicación. Juan 2,20 menciona que el templo llevaba en construcción 46 años. Teniendo en cuenta que se inició hacia 19 adC, el episodio evangélico habría sucedido hacia el año 28. Lucas 3,23 dice que «Jesús comenzaba hacia los 30 años» su actividad. Sin mayores pretensiones de exactitud, parece hacer referencia a que había alcanzado la edad de madurez, según la tradición judía, para entrar al servicio del templo. En todo caso, situando el nacimiento de Jesús hacia el año 2 adC, el inicio de la actividad de Jesús podría establecerse hacia el año 28.

Los Evangelios hacen suponer que Jesús asumió la predicación de Juan, la llamada al arrepentimiento y a la conversión ante la inminente llegada del Reino, a partir de la cual desarrolló la suya propia. En los sinópticos se asocia el bautismo de Jesús con el momento en que toma conciencia de una especial relación paternofilial con el Dios de Israel.

No está claro si Jesús comenzó su predicación tras el arresto de Juan (Marcos 1,14; Mateo 4,12) o si se desligó antes de su grupo compitiendo con su nueva predicación y con su bautismo (Juan 3,22-26). Sí parece que al menos los discípulos del Bautista continuaron su actividad durante algún tiempo tras el arresto de Juan (Lucas 5,33; 7,18-20.24.30) y después de su muerte durante unos años (Hechos 18,25; 19,3).

Es probable que los primeros discípulos de Jesús procedieran del grupo de seguidores de Juan el Bautista (Juan 1,35-40).

Jesús en el desierto

No es posible saber si Jesús hizo un retiro voluntario en un desierto o si el relato se refiere simbólicamente a un "desierto espiritual" . Las tentaciones desarrolladas por la fuente Q (Lucas 4,2-13 y Mateo 4,2-11) se presentan de forma vívida usando el presente histórico. Por un lado, parecen avisar a los oyentes de que no se puede esperar ver en Jesús a un mesías que va a instaurar el Reino de un modo violento o mágico. Por otro lado, parecen presentar a Jesús de forma paralela al pueblo de Israel en la época en que era dirigido por Moisés a través del desierto. Se muestra a Jesús venciendo a las tentaciones en las que cayó Israel (Deuteronomio capítulos 6 y 8).

Los comienzos en Galilea

Por el conjunto de los Evangelios se supone que, en sus inicios, Jesús residía en Cafarnaún, a orillas del lago de Genesaret, extendiendo desde allí sus enseñanzas por las aldeas próximas y más tarde por gran parte de Galilea.

Parece que se dirigió a las aldeas, evitando las grandes ciudades, Tiberiades y Séforis, que nunca son nombradas en los evangelios. En las aldeas de interior se vivía fundamentalmente de la agricultura. En la orilla del Lago de Genesaret había además una importante actividad pesquera. En las ciudades vivían las clases altas, los funcionarios encargados de recaudar los impuestos de la región y los sectores de diversos servicios, comerciantes y artesanos. Las riquezas se concentraban en las ciudades. Las aldeas sufrían un empobrecimiento progresivo debido al sistema de impuestos, que podía suponer más de un tercio de la producción de cada familia. En los años de malas cosechas, era frecuente el endeudamiento o la pérdida de las propiedades, pasando entonces a vivir como arrendatarios o como jornaleros. Para los pescadores del lago la situación era similar, ya que los impuestos sobre las capturas de pesca y por su paso a través de las aduanas también eran elevados. El empobrecimiento obligaba a algunas personas a venderse como esclavos o a ejercer la prostitución. La situación era especialmente difícil para los huérfanos y para las viudas y repudiadas. Las mujeres pertenecían a los padres hasta que se casaban, pasando entonces a pertenecer al marido. Las niñas podían ser cedidas para saldar una deuda, a diferencia de los niños que eran los que aseguraban la continuidad de la descendencia paterna. La mujer repudiada quedaba sin posesiones y sin honor, por lo que su subsistencia se reducía a la mendicidad o a la prostitución. La viuda quedaba sin el apoyo económico del marido y sus posibilidades de supervivencia dependían de que algún hijo se hiciese cargo de ella. Por el conjunto de la predicación de Jesús, se deduce que su intención fue la de acercarse a los más pobres, la de hacerse pobre entre los indigentes, acogiendo a los excluidos por el sistema social de su época:

  • Muestra admiración hacia una pobre viuda (Marcos 12,42-44)
  • Defiende a una mujer que iba a ser lapidada por adulterio (Juan 8,311)
  • Niega el derecho que da la ley mosaica a repudiar a la mujer (Marcos 10,2-9)
  • En sus parábolas menciona a los que esperan conseguir trabajo en las plazas (Mateo 20,1-7), a los mendigos que no son escuchados por los ricos (Lucas 16,19-21), a los ricos que construyen graneros cada vez más grandes para acumular riquezas (Lucas 12,16,20).
  • El Reino de Dios no es para los justos sino para los pecadores (Marcos 2,17).
  • El Reino de Dios es de los pobres, de quienes los ricos son deudores (Marcos 10,21-22; Lucas 16,13)
  • El grupo de Jesús parece que pasó momentos de necesidad hasta el punto de tener que arrancar espigas de trigo para saciar el hambre (Marcos 2,23-25)
  • En la oración que propone, conocida como Padrenuestro, la petición «danos cada día nuestro pan» adquiere, en este contexto, el sentido de quien pide para subsistir (Lucas 11,3).

La actitud de Jesús y su grupo parece que fue la de hacerse pobre entre los indigentes compartiendo lo que tenían, no negando su manto a quien lo necesitase, prescindiendo incluso de alforja para el camino (Marcos 6,8), confiando en la providencia de Dios (Lucas 12,22-29). Al rico lo invita a vender cuanto tiene y repartirlo entre los pobres para hacerse pobre (Marcos 10,21; Lucas 18,22; Mateo 19,21).

El tema principal en la predicación de Jesús, resumido en Lucas 4,18-21, era la llegada del Reino de Dios. Para explicarlo, recurrió al género de las parábolas. Las denominadas "parábolas del reino" usan un lenguaje descriptivo que acerca este tema teológico a sus oyentes, utilizando imágenes que les resultaran cotidianas. Para los campesinos presentaba la imagen del sembrador, para los pescadores la del pescador (Lucas 5,1-10; Marcos 1,17; Mateo 4,19), para los jornaleros la del dueño que da empleo y paga a todos su jornal (Mateo 20,1-16), para las mujeres la del fermento en la masa de pan (Lucas 13,21) o la de una mujer que barrió su casa para encontrar su dracma perdido (Lucas 15,8-10). Los evangelios señalan que resultaron enigmáticas para sus oyentes, necesitando, incluso sus discípulos más allegados, de explicaciones adicionales (Marcos 10,12). Sin embargo, no parece razonable que Jesús buscara acercarse a gentes sencillas para hablarles en términos que no pudieran entender. Los pasajes que tratan las parábolas como enigmas, suelen interpretarse como una reelaboración posterior de las comunidades cristianas al ver que no eran comprendidas por sus oyentes, ajenos a estas temáticas. Según opinión mayoritaria, las explicaciones que se dan a las parábolas, convirtiéndolas en alegorías, son elaboración posterior de las comunidades cristianas.

Jesús asume que el Dios de Israel establece su Reino entre los que sufren, entre los pobres que pasan hambre y sed, como expresa en las Bienaventuranzas (Lucas 6,20-23).

Jesús dedicó su predicación al pueblo judío, según menciona Pablo de Tarso, «para probar la fidelidad de Dios» (Romanos 15,8). La predicación de Jesús se inserta en la tradición judía. Proclama como primer mandamiento el amor a Dios, siguiendo la principal oración judía, conocida como «Escucha, Israel». El amor al prójimo, también de tradición judía, se radicaliza en la predicación de Jesús hasta el extremo, exigiendo incluso el amor a los enemigos. (Lc 6,27-28.32-36; Mt 5,38-48). No se encuentra una enseñanza similar en el judaísmo ni en ninguna otra religión o tendencia filosófica. Sólo en la obra De Ira que escribió Séneca en el año 41 consta el consejo de perdonar a los enemigos para no terminar víctima de una violencia creciente, sobre todo desde la perspectiva del gobernante.

El Padrenuestro presenta una clara dependencia veterotestamentaria.

El anuncio de Jesús, resumido en Lucas 4,17-21, incluyendo un pasaje de Isaías 61,1s, se inserta en la tradición judía. El Dios de los ibrī, de los esclavos de Egipto, volvía a tomar partido por los desheredados, decidía liberar a aquellos que no podían disfrutar de la Tierra Prometida.

Es posible que en algún momento regresara a Nazaret, donde no fue bien recibido porque sus paisanos no creían que el hijo del carpintero pudiera ser alguien importante. (Lucas 4,16-30)

Recorrió Galilea acompañado de sus discípulos: antiguos seguidores del Bautista, pescadores del mar de Galilea, familiares de éstos, un recaudador de impuestos y un grupo de mujeres. De entre sus discípulos, eligió a doce apóstoles, representando a las doce tribus de Israel a las que había de llevar la noticia de la llegada del Reino de Dios. En el grupo de mujeres que lo seguían, destaca María la Magdalena, originaria de Magdala, ciudad costera del Lago de Genesaret. El hecho de que Jesús tuviera discípulas constituía una rareza en su entorno sociocultural.

Es posible que realizara algunas visitas a territorios vecinos como Tiro y Sidón y se ha señalado que el lago de Genesaret era un buen medio para huir en caso de ser perseguido por las autoridades. En todo caso, debe tenerse en cuenta que algunos pasajes de los evangelios parecen ser elaboraciones alegóricas en los que resulta difícil determinar si hay alguna base histórica. Por ejemplo, el pasaje de Jesús calmando a la tempestad parece reflejar una situación de la comunidad cristiana en el momento en que cruza la frontera del judaísmo, representada por la costa galilea del lago, para embarcarse en la empresa de difusión del mensaje de Jesús en tierras paganas, como es la Decápolis. Es posible que la situación fuera tan difícil que la barca de la cristiandad estuviera a punto de naufragar y que incluso la vida de los apóstoles corriera peligro. Estaban seguros de que el Cristo resucitado iba con ellos, pero parecía dormido. Claman a Jesús: «¿No te importa que nos perdamos?» En el momento más desesperado, se calma la tempestad de acontecimientos que les amenazaba y se sienten amonestados por su poca fe. En la orilla de los paganos, encuentran gente enajenada, dominada por el mal, que dice llamarse «Legión». El mal termina expulsado, entrando en una piara de cerdos, denominación que los oponentes judíos dan a los romanos.

La predicación en Galilea que fue acogida con entusiasmo de forma multitudinaria. Jesús predicaba que con él llegaba el Reino de Dios para los pobres y para los enfermos, que en aquella época se consideraban pecadores, ya que la enfermedad se suponía consecuencia del pecado. Según los cuatro evangelios canónicos, Jesús los acogió, liberándolos del pecado y de la enfermedad. Suele aceptarse que Jesús realizó curaciones que fueron interpretadas como extraordinarias, que el Evangelio según San Juan denomina signos y los evangelios sinópticos, milagros. La actividad profética y curativa de Jesús encuentra un claro paralelo veterotestamentario en el profeta Elías. El éxito de Jesús se expresa con claridad en el relato que constituye el único milagro incluido en los cuatro evangelios, el de la multiplicación de los panes y los peces. En un sentido material, traduce el efecto de compartir los bienes. También debe considerarse un claro aspecto simbólico a la luz de Marcos 8,14-20, representando el pan la palabra que trae la buena noticia del Reino. Las gentes que lo seguían, proclamaban a Jesús como el Mesías, que significa "ungido" o "elegido" por Dios, el Hijo de David, que era el título dado al Rey de Israel. Jesús no sólo parecía representar la esperada liberación de la opresión romana sino también la idea de que Dios iba a ejercer su poder de un modo extraordinario para establecer su justicia y el bienestar para todos. Jesús rechazó estas formas de mesianismo teocrático. Estaba convencido de que con él se establecía el reinado de Dios, pero rechazaba hacerlo por la fuerza, dejando a un lado lo que él consideraba la voluntad de Dios. Tenía claro que el Reino era iniciativa de Dios y que su papel había de ser el de obediencia y búsqueda de cuál era la voluntad de Dios en cada momento. Se supone que Jesús estaba convencido de que con él se instauraba de forma definitiva el Reino de Dios y por tanto se produciría el fin de los tiempos, comenzando una nueva era escatológica. Sin embargo, el éxito inicial, expresado en la afirmación de que "los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio" (Lucas 7,22 ; Mateo 11,5), había de completarse, llevando su acción profética hasta Jerusalén. Según la fe judía, Jerusalén es la ciudad de la Promesa de Dios.

Hasta aquí, Jesús se había presentado como un nuevo Elías y como un nuevo Moisés, lo que se representó simbólicamente en la escena de la Transfiguración. En esta teofanía, Dios reafirma su confianza en las decisiones de Jesús al que sus discípulos deben escuchar. En su retirada a Cesarea de Filippo, de nuevo se le compara con Elías. En ese momento, se pone en boca de Pedro la confesión de que Jesús es visto como el Mesías esperado (Marcos 8,27-29). A partir de aquí, Jesús decide acudir a Jerusalén.

Subida a Jerusalén

Jesús decide entonces que su misión tiene que desarrollarse en Jerusalén, aunque prevé que puede acabar encontrando allí la muerte. Este cambio de estrategia, señalado por Marcos 10,32 es relatado en el Evangelio según San Lucas a lo largo de varios capítulos (9,51 - 19,28) en los que dispone a Jesús subiendo con decisión hacia Jerusalén, a pesar de la oposición y el temor de sus discípulos.

Jesús va a Jerusalén con la actitud de un Mesías davídico, aparentemente con la intención de provocar la venida del Reino escatológico, el descenso de la nueva Jerusalén, a través del Hijo de Hombre, personaje que inicialmente parecía simbolizar el juicio y la salvación de Dios y que posiblemente en la época de Jesús se asimilaba al Mesías, como expresión de la nueva humanidad, del nuevo Adán.

Muerte de Jesús

Jesús hace una entrada triunfal en Jerusalén montado en un burro, como el rey anunciado por Zacarías 9,9. A esta provocación, de carácter mesiánico, siguió un enfrentamiento contra el mercado instaurado en el Templo de Jerusalén (Marcos 11,15-17; Mateo 21; Lucas 19; Juan 2), haciendo referencia a Isaías 56,7 y Jeremías 7,11. Parece escenificar, así, los signos de purificación mesiánica anunciados por Zacarías 14,21 y Miqueas 3,1-5. Los saduceos, que dirigían el templo y la vida espiritual y civil de Jerusalén, debieron de amonestar a Jesús, pero éste persistió en su actitud de denuncia profética.

Las autoridades judías, reunidas en el Sanedrín, decidieron eliminar a Jesús (Marcos 14,1-2). Fue entregado por Judas Iscariote, uno de «los Doce» (Marcos 14,10-11). Jesús celebró una última cena con «los Doce», poco antes de la Pascua judía. A esta cena probablemente le dio un carácter de despedida.

Jesús fue apresado por las autoridades del templo de Jerusalén. Se duda de la veracidad o exactitud del juicio del Sanedrín contra Jesús. Tenían la intención de ejecutarlo pero no la capacitación legal para hacerlo, dado que la pena de muerte sólo podía ser dictada por un tribunal romano. Muchos exégetas afirman que se trató de una reunión privada, extraoficial, en la que se debatió la forma en que se presentaría el caso ante el prefecto romano, Poncio Pilato. Jesús fue presentado como un subversivo contra la autoridad de Roma. Aunque no se menciona en el juicio, el hecho de que el grupo de Jesús estuviera armado durante el prendimiento hubo de tener su importancia en el veredicto. Pilato decidió que muriera crucificado, método de ajusticiamiento habitual en el imperio romano en delitos graves o en casos de traición. Fue crucificado en un montículo próximo a la muralla de Jerusalén denominado Gólgota, a la vista de los que transitaban los caminos de entrada a la ciudad, como era habitual. Los cuatro evangelios canónicos dicen que fue crucificado entre otros dos hombres, que son considerados bandidos o malhechores por los sinópticos. Las ejecuciones múltiples eran habituales.

Los evangelios incluyen palabras que atribuyen a Jesús mientras estaba en la cruz. Según Marcos]] Jesús grita el segundo versículo del Salmo 22 en arameo: 'Elohí, 'Elohí, lema' shebactaní, que traduce como «Dios mío, Dios mío, ¿para qué me has desamparado?». Lucas 23,46 lo cambia por la frase: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Según Lucas 23,43, poco antes le había dicho al malhechor arrepentido: «Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el Paraíso». Juan 19,25-30 narra una versión diferente, en la que estaban junto a la cruz la madre de Jesús, otras dos mujeres y el «discípulo al que tanto quería». Establece un diálogo con su madre y con el discípulo, diciendo «Mujer, ahí tienes a tu hijo»; «ahí tienes a tu madre». Después dice: «Tengo sed». Y tras beber: «todo está cumplido». En su conjunto, estas frases son lo que se conoce tradicionalmente como "las siete palabras de Jesús antes de morir". Las diferencias entre las versiones que aportan los evangelios y lo improbable de que hubiera algún seguidor de Jesús lo suficientemente cerca de la cruz para oír sus palabras, hacen que se cuestione su veracidad o exactitud.

Los cadáveres de los crucificados solían quedar colgados varios días, expuestos para escarmiento y aviso de lo que ocurría a quien se enfrentaba al Imperio. Después acababan en una fosa común. De forma excepcional algunos crucificados podían ser entregados a sus familiares para ser enterrados, como ha demostrado el hallazgo del cadáver de un crucificado en un sepulcro familiar. Datación de la muerte de Jesús: Existen diversas referencias, en los Evangelios, Flavio Josefo y Cornelio Tácito al hecho de su muerte, ajusticiado bajo mandato de Poncio Pilato, siendo Tiberio emperador de Roma. La destitución de Poncio Pilato se produjo en el invierno del año 36 al 37, después de reprimir una revuelta en Samaria, siendo éstas las fechas más tardías posibles para datar la muerte de Jesús, si aceptamos que su condena a muerte fue firmada por Pilato.

En el Evangelio según San Juan 2,13; 13 se menciona que Jesús asistió a tres Pascuas judías, muriendo en la tercera de ellas. Si se aceptara este dato como histórico, la actividad mesiánica de Jesús habría durado poco más de dos años. En este caso podría trabajarse con las fechas hipotéticas de

  • inicio: unos meses antes de la pascua del año 28
  • final: la pascua de 30

Según Lucas, fue descendido de la cruz un viernes («era el día de la preparación y comenzaba el sábado»). Algunos autores fechan la muerte de Jesús en abril del año 30, durante el tiempo de Pascua judía. El día de la pascua coincidió en sábado durante los años 30 y 36.

Según Eusebio de Cesarea:

Aún no habían pasado tres años de la muerte del Maestro, cuando Lucio Vitelio, procónsul de Siria, dando oído a las quejas de los samaritanos (Historia eclesiástica, 2:7).

Si todavía no habían pasado «tres años de la muerte del Maestro», y Pilatos se embarcó en el 37, entonces Jesús habría muerto en el año 34. Por otro lado, la unión de Herodes Antipas y Herodías tuvo lugar hacia el año 35 y este fue el motivo de la muerte de Juan el Bautista. Jesús, que según los evangelios murió después que el Bautista, tendría que haber sido crucificado hacia el año 36.

Resurrección de Jesús

Según las cartas de Pablo de Tarso (años 50 - años 60): Tras la muerte de Jesús, sus seguidores comenzaron a afirmar que Jesús se les había aparecido, primero a Kefas[17], después a «los Doce», «a más de quinientos hermanos juntos», a Santiago y a todos los apóstoles, y finalmente a Pablo (1Cor 15,5-7). Afirmaban que Dios había rescatado a Jesús de entre los muertos (Rom 10,9). Que era «constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad desde su resurrección» (Rom 1,4). Que Dios había enviado a su Hijo en carne semejante a carne de pecado (Rom 8,3). Que Jesús tomó forma humana y que viviendo bajo condición humana, fue obediente a Dios, aceptando padecimientos y la muerte en una cruz (Flp 2,7-8). Que a través de su sangre, la humanidad es justificada y reconciliada con Dios (Rom 5,8-10).

Según las cartas deuteropaulinas (último tercio del siglo I): Los discípulos de Pablo, utilizando el nombre de éste, escriben que Jesús «fue resucitado» (Ef 1,20). Que tras su muerte se apareció a los mensajeros (1Tim 3,16). Consideraban que la palabra de Jesús seguía viva, transmitida entre sus seguidores (Col 3,16).

El autor de 1Pedro (finales del siglo I) afirma también que Dios Padre resucitó a Jesús (1,3).

Los evangelios (Mateo, Marcos, Lucas, Juan), que suelen datarse entre los años 70 y fin de siglo I, afirman que, después de su muerte, que sitúan en un viernes, pasado el sábado, ya «el primer día de la semana», Jesús resucitó en cuerpo y espíritu, encontrando las discípulas el sepulcro vacío cuando iban a terminar de amortajar el cadáver.

La resurrección en cuerpo y espíritu de Jesús, para participar de la vida eterna de Dios, tal y como lo presenta el Nuevo Testamento, no puede encuadrarse dentro de los parámetros de la Historia, que se ocupa del conocimiento, estudio, interpretación, y reconstrucción de los hechos sucedidos en el pasado. El Jesus seminar considera como histórico que hubo un grupo de personas que dijeron haber visto a Jesús resucitado, según relata 1Cor 15,5-7 y que la resurrección de Jesús fue fruto de las experiencias visionarias de esas personas.

Jesús en el Cristianismo

El cristianismo afirma que Jesús de Nazaret es el Cristo, expresión griega equivalente al Mesías del judaísmo. Es decir: es el Ungido, el elegido por Dios para instaurar su Reino. El dogma central propio del cristianismo es la resurrección de Jesús, sin la cual sería inútil la fe cristiana (1Cor 15,14). Las iglesias cristianas que aceptan el Nuevo Testamento como palabra inspirada por Dios, afirman que Dios Padre resucitó a Jesucristo y le devolvió la gloria divina que le correspondía desde la eternidad por ser el Hijo de Dios. Que con la resurrección, quedó vencida la muerte, signo del pecado original. Que Jesús envió a sus discípulos el Espíritu Santo en Pentecostés, para que les sirva de guía y consuelo en el desarrollo del Reinado de Dios hasta el final de los tiempos en que tendrá lugar la segunda venida de Cristo.

Las iglesias cristianas trinitarias consideran que Dios Padre, su Hijo Jesús y el Espíritu Santo constituyen tres personas de un mismo Dios, lo que definen como el misterio de la Santísima Trinidad. En el Concilio de Nicea I del año 325, convocado por el emperador Constantino I el Grande, se decidió a favor del trinitarismo frente al arrianismo.

Jesús según el Islam

Jesús, llamado en lengua árabe `Īsā ibn Maryam (عسى بن مريم), esto es, «Jesús hijo de María» es uno de los principales profetas del Islam. Según el Corán, fue uno de los profetas más queridos por Dios y, a diferencia de lo que ocurre en el cristianismo, para los musulmanes no tiene carácter divino. Existen notables diferencias entre el relato de los Evangelios y la narración coránica de la historia de Jesús.

La virginidad de María es plenamente reconocida (Corán, 3,41; 5,19; 19,22 y ss). Jesús es quien anunció la llegada de Mahoma como último profeta (Corán, 3,75; 61,6), aunque siguen su vida y prédica a través de los textos de los evangelios apócrifos. La muerte de Jesús es tratada de forma compleja, al no reconocer explícitamente su sacrificio, sino que antes de la muerte es sustituido por otro ser -del que nada se dice-, mientras Jesús asciende con Dios y burla a los judíos (Corán, 3,48; 4,156). La muerte ignominiosa de Jesús no se contempla, aunque sí se afirma su regreso el día del Juicio Final (Corán, 4,157; 43,61) y el descubrimiento, en ese día, de que la obra de Jesús fue verdadera, en el sentido de enviado por Dios. El Corán rechaza la Trinidad de Dios, considerada falsa, teniéndose a Jesús por «Verbo de Dios», pero no hijo de él.

Jesús desde el humanismo

Hay muchas personas no religiosas que valoran las enseñanzas morales de Jesús. El seguimiento de Jesús desde un punto de vista humanista ha sido denominado "Jesuísmo".

El Jesus seminar considera a Jesús un predicador itinerante (Mateo 4,23), que promulgaba la paz y el amor (Mateo 5,9.44), defendía los derechos de las mujeres (Lucas 10,42), respetaba a los niños (Mateo 19,14), y criticaba la hipocresía de los líderes religiosos (Lucas 13,15) y los ricos (Mateo 19,24). Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica que muchos consideran un deísta, creó la Biblia de Jefferson para los indígenas, titulada Vida y moral de Jesús de Nazaret, que incluía sólo las enseñanzas éticas de Jesús. Garry Wills argumenta que la ética de Jesús es distinta a la que enseña el cristianismo.

No todos los humanismos se muestran a favor de las ideas éticas de Jesús. El filósofo Bertrand Russell consideraba que los valores y enseñanzas de Jesús habían sido superados por otros filósofos; así, escribió: "No puedo admitir que en materia de sabiduría o de virtud Cristo siga estando al nivel de otras personas conocidas de la Historia. Pienso que debería poner a Buda y Sócrates por encima en esos aspectos." Otro filósofo, Friedrich Nietzsche, vio en Sócrates y Jesús los fundadores de la cultura occidental, y los criticó a ambos. Nietzsche consideraba que el interés de Jesús por los débiles era un reverso de la moralidad noble, y acusó al cristianismo de extender derechos iguales para todos, actitud que despreciaba.

Referencias

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Otras fuentes de información

El material recogido en este artículo procede de una entrada de la Enciclopedia Libre Universal, bajo la licencia GFDL.